Entre las pilas de las más exclusivas telas de casimir, don Rubén Martínez de 80 años de edad se resguarda, y valiente, enfrenta los tiempos en donde su oficio como sastre pareciera extinguirse rápidamente.
Y es que su labor con el pasar del tiempo ha sido suplida por las grandes marcas de ropa, por la moda desechable y de temporada, y por un sistema capitalista que funciona a través del consumo exacerbado de prendas de vestir seriadas, que dejan a un lado el tradicional trabajo de la sastrería.
Atrás quedaron los tiempos de bonanza donde los hombres trabajadores, asistían con Rubén a hacerse un buen traje de casimir. La cinta métrica ya está guardada, la maquina casi en desuso y este talentoso sastre estos últimos años se encuentra, a la espera en su local, de recibir nueva clientela.
Don Rubén, a la edad de 6 años supo que sería sastre. A su corta edad aprendió el oficio de su gran maestro, su abuelo, quien le enseñó a coordinar su mente, mano y vista, para crear piezas estéticas a medida del cuerpo humano.
Hilo, agujas, escuadras, tijeras y por supuesto cinta métrica han sido las herramientas que lo han acompañado en la costura de cientos de miles de trajes que confeccionó durante más de 70 años.
Porque vestir y otorgar a una prenda presencia, elegancia, porte y diseño no es un trabajo fácil. Adquirir piezas de costura únicas no sólo requiere tener la noción sobre la estructura de una vestimenta, sino también conocer a la clientela, fusionar los cambios de moda y por supuesto respetar los métodos de hechura.
“Aprendí de mi abuelo, le asistía en la sastrería y cuando menos acordé ya sabía el oficio”, recalcó Rubén. Con el pasar del tiempo este sastre aprendió desde trazar con tiza la tela para marcar los patrones que se convertirían en las piezas de un traje, a tomar las medidas de los clientes que se daban cita en el local de su abuelo. Más tarde ya cosía en su máquina los más elegantes trajes de casimir de San Luis Potosí, buscaba las telas, las elegía y con toda la sapiencia que le otorgó esta experiencia, se hizo de su propio negocio.
Una labor que durante más de 60 años tuvo sus transiciones y que fue muy conocido también por los anuncios clasificados de El Sol de San Luis, que por 30 años publicó una caricatura de don Rubén, con hilos y agujas en mano, invitando a los lectores del impreso a acudir a su negocio de sastrería.
Av.Carranza, Zaragoza, Allende y hoy en Av. Reforma, son las calles y rutas que han marcado la historia de su negocio, hoy casi en el olvido, pues dice, es difícil mantenerse vigente cuando no hay personas a quien coserles.
“Antes era muy común que los profesionistas fueran vestidos con un buen traje de casimir. Aquí venían muchos de ellos, doctores, maestros e ingenieros. Se vendía mucho y se confeccionaban bastantes trajes. Pero hoy eso ya quedó en el pasado”.
“De vez en cuando, viene alguna que otra persona a que les realice alguna compostura en la confección de sus trajes. Ya no los hacen como antes. La calidad es ínfima y no les queda a la medida, hay que ajustarlos”.
De las modas, menciona don Rubén, sólo cambian algunas cosas. “Todo sigue igual sólo cambian un poco las formas. En los trajes, ha evolucionado la forma del pantalón. De estilos de traje los hay de tres botones, de dos o cruzado. De estructura es prácticamente lo mismo, llevan bolsillos, solapa, forro y manga. Sólo que ahora, los hombres utilizan trajes un poco más ajustados, con telas sintéticas y seriados”.
Este gran maestro de la sastrería además recalca, cómo esta pieza bien estructurada repleta de líneas básicas, vino a ser suplida por el pantalón de mezclilla, prenda que se ha convertido en un básico en el armario de todas las personas.
“Antes, muchos venían a solicitar su traje de casimir, con las últimas telas de moda. Luego apareció el pantalón de mezclilla, que comúnmente lo usaban los mineros. Más tarde se pusieron de moda y ahora hasta los profesionistas los utilizan. Ya es muy extraño que un hombre vista de traje para verse formal, incluso para ir al trabajo”, expresó triste don Rubén.
Anteriormente para adquirir una prenda única, como lo es un buen traje de casimir, se requería además de una buena inversión monetaria, un tiempo aproximado de una semana para que un traje quedara exactamente a la medida del cliente.
Las telas en ocasiones eran traídas del extranjero, y poseían diseños exclusivos. De igual manera, como también puntualiza este sastre, para realizar un traje de calidad se necesita utilizar bien las tijeras, pero sobre todo saber coser y usar dedal, pues es lo que logra que se pueda realizar una costura verdaderamente fina.
A pesar del tiempo, de las altas y bajas temporadas en ventas, y de realizar un oficio casi extinto, Don Rubén está agradecido por mantener este trabajo vivo, y que aún con sus 80 años de edad lo sigue realizando con el mismo gusto e ímpetu, como cuando era un niño.
“Siempre estaré agradecido por desarrollar este oficio. De aquí, de este trabajo saqué a mi familia adelante, qué más puedo pedir. Ahora me es difícil subsistir de sastre, pero aquí seguiré como todos los días, detrás del aparador esperando a la clientela”.
Rubén sin duda, es quien configura el sublime universo de la aguja y dedal. Es un sastre que con su trabajo ha configurado la memoria de la vestimenta, pero sobre todo es un artista de las prendas, uno que ha vestido a cientos de potosinos.