/ lunes 2 de marzo de 2020

Desde los 14 años, entre cadáveres

Héctor, embalsamador empírico. Algunos los reconstruye, a otros sólo los inyecta, pero hay a quienes tiene qué platicarles

Hablar de la muerte es adentrase a un mundo donde convergen las visiones del hombre, la misticidad que envuelve este acto y las cosmovisiones que rodean el entendimiento del proceso mortuorio en diversas civilizaciones. Pero ¿Qué pasa con nuestro cuerpo cuando dejamos de pertenecer al mundo terrenal?

Para el señor Héctor Zavala Córdoba, embalsamador lírico desde la edad de 14 años, hablar de la muerte, sus procesos y significados es, hablar de toda una vida dedicada a preparar de manera digna y solemne el cuerpo de difuntos, donde hace hace más de 30 años, encontró en esta labor su vocación, misma que le ha permitido comprender y estudiar el tema de la mortalidad.

En palabras del señor Héctor, convivir con la muerte y desarrollar este oficio le significa toda una tradición consanguínea, y es que a pesar de que es la única persona que se desenvuelve en esta área, una familia de cuatro generaciones en el servicio funerario lo respaldan, “Soy hijo de funerarios, mi abuelo fundó Funerales Zavala, y de mi familia soy el único que se ha desarrollado en el ramo del embalsamamiento. Cuando yo inicio en este oficio, fue siguiendo los pasos de mi señor padre en la funeraria, a la edad de 14 años, donde aprendí de la mano de uno de los embalsamadores que trabajaban para nosotros, Elusiano Torres Eliseo. Comencé aprendiendo acerca del aseo y desinfección de un cuerpo, y como todo, con todo el respeto posible”.

“Mi padre y yo siempre fuimos muy buenos amigos, y él siempre me impulsó y cultivó el amor por el oficio en el ramo funerario, y aparte me gustaba, él nunca me decía nada sólo me observaba. Y un día sin previo aviso, nos quedamos sin embalsamadores, mi padre llegó y el cuerpo ya estaba preparado, así fue como inicie”.

Como toda profesión, y más una que gira entorno a la muerte, existen una serie de ritualidades y técnicas que deben de seguirse, según ciertas normatividades, y por supuesto, poner en práctica el conocimiento, no sólo el empírico, sino también el formativo dentro de las aulas, donde entra el tema de las acreditaciones necesarias, que se convierten en una obligatoriedad en este tipo de trabajo, “Después de aprender lo necesario a mi corta edad, empiezo a buscar otras vías para poder capacitarme dentro de este ámbito, empiezo a conocer a grandes maestros embalsamadores, que con el tiempo me dan el crédito por el oficio que desempeño. Mas tarde acudo a ciertas certificaciones y simposios donde se me acredita oficialmente como embalsamador y hasta ahora seguimos perteneciendo a la lista oficial de COEPRIS, para poder desempeñar esta ocupación”.

“Desarrollar esta función para mi ha sido muy gratificante, ser un vínculo para todas aquellas familias que pasan por un dolor tan fuerte como lo es el duelo, no hay mejor forma que preparar para sus difuntos una despedida digna, y dentro de lo que incluye mi profesión, realizar el aseo, desinfección y preparado de un cadáver, es una forma de suavizar un poco todo el tortuoso proceso que significa para las familias preparar a su fallecido, es darles lo mejor para que vean a su ser querido de la mejor manera”, comentó el señor Córdoba.

El embalsamamiento no es una acción fácil, se divide entre lo científico, lo cultural y en ocasiones hasta lo autodidacta, es todo un arte en el conocimiento del cuerpo humano, y así Don Héctor se toma el tiempo para explicarnos cómo se desenvuelve en su labor, mientras toma entre sus manos las herramientas distintivas de su oficio, “El embalsamamiento es el aseo, desinfección y preservación del cuerpo humano, que consiste en trabajar por medio de la arteria, carótidas y la yugular, se levantan los vasos, arteria y vena, y por la arteria infiltramos una solución, un químico especial que contienen formaldeido. Y diferentes compuestos para la preservación del tejido, y se realiza el procedimiento según la patología del difunto, por ejemplo el caso de una persona que padece cáncer, el tipo de descomposición que va a presentar su cuerpo es agresiva, más rápida y ahí lo que tratamos es de retardar el proceso de descomposición”.

“Hacer el tratamiento consiste en retardar la descomposición, y preparar la cavidad toráxica abdominal. El tema de la patología también aplica para aquellos cuerpos que sufrieron alguna muerte violenta, por algún accidente u otras circunstancias, el proceso se realiza de la siguiente manera, primero el cuerpo llega a SEMEFO, ya después traen al difunto con nosotros. Nosotros trabajamos algo que le llamamos “6 puntos”, que es el preservar el cuerpo mediante las arterias ilíacas, femorales, y venas traqueales, para preservar lo que son los brazos,y rostro, para después suturar las partes, tejido y extremidades”, aseveró.

Y sin duda el rostro de quienes se adelantaron al descanso eterno, no puede dejarse de lado, rememorar los gestos y facciones de los seres amados cuando se encontraban en la plenitud de la vida, también es una de las encomiendas del embalsamador, “En casos donde el difunto fue víctima de algún proyectil en su rostro, primero se comienza sellando el área, previamente preparada por el médico, técnica en la cual también retira la masa encefálica, previo a un peritaje realizado por la institución correspondiente.

Nosotros tratamos de hacerlo lo más estético posible, podemos trabajar con ceras especiales para realizar una restauración estética, como también se puede en casos especiales, tomar tejido de otras áreas para una reconstrucción. El maquillaje que se utiliza es especial, pero hemos encontrado algunos que se adhieren mejor a la piel, que de por si ya está deteriorada, y se elabora el trabajo de manera especial y empleando diversas técnicas, todo para satisfacer a los familiares del fallecido”, manifestó.

Don Héctor Zavala, prepara un aproximado de cuatro cuerpos de manera diaria, de diferentes localidades cercanas a la Capital y el costo aproximado de un embalsamamiento, oscila ente los mil y cinco mil pesos.

Evidentemente esta profesión es un recordatorio, de que el deceso de una persona es inminente, que la muerte tiene múltiples conceptos, y que hay un halo muy ceremonial dentro de toda esta tarea. Por último el señor Hector comparte una práctica muy humana y emotiva, que lo ayuda guiar a estos difuntos al sueño eterno, “He tenido muchos casos, alguna vez me tocó preparar a un joven, que se “suspendió”, y su rigidez cadavérica estaba muy fuerte y no podía embalsamarlo, por lo mismo, se me complicaba encontrar sus arterias, ya estaba en estado “Rigor mortis”, y lo que se hace en esos casos es recurrir a masajes especiales para reducir esta rigidez.

Pero también en ese momento recordé las palabras de una famoso embalsamador del estado de Cuernavaca, quien nos decía que debíamos conversar con el cuerpo, entonces lo intenté en este caso, yo lo apliqué, el cuerpo te dice qué es lo que quiere, qué es lo que necesita, qué te pide. Entonces hablé con él , le dije “Sabes qué, quiero entregarte con tu familiar, te pido permiso para trabajar contigo, arreglarte, y dejarte lo mejor que yo puedo hacer para que tu te veas bien y vayas tranquilo”, y no me lo va a creer, pero el cuerpo del difunto cedió, pude trabajar con él, QEPD, fue un momento muy emotivo”, terminó con una mirada inocente en su rostro.

HASTA SIETE MESES SE PUEDE PRESERVAR UN CUERPO: VÍCTOR

El tema de la muerte es universal, y por ello el señor Víctor Manuel Rodríguez Castillo, de 61 años de edad, también compartió para este medio su visión y experiencia como embalsamador y perito profesional, carreras que desempeña desde hace 30 años en Funerales Ortega, uno de los servicios funerarios más icónicos y antiguos de la Capital Potosina.

Su vida como embalsamador inicia hace más de tres décadas, cuando decide estudiar en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se preparó como Patólogo Embalsamador, aunado a esto, la carga generacional de toda una familia dedicada a los servicios fúnebres lo impulsa para seguir este camino de manera determinante, que lo marcaría de por vida, donde hasta el día de hoy realiza con gusto todo este proceso sepulcral que envuelve a los difuntos.

“Yo quería saber cómo era el embalsamamiento, por eso estudié y me instruí de manera profesional, para mí es una gratificación muy grande desarrollarme en esta área, he podido estudiar y comprender, las causas y razones por las que muere una persona”, comentó con entusiasmo el Señor Manuel.

Su espacio de trabajo es muy distintivo, azulejos blancos están dispuestos en todo el anfiteatro donde realiza su trabajo, en medio están dispuestas dos mesas de embalsamamiento, unas piletas al costado, una bomba electro aspiradora se percibe en el fondo, inyectores de cavidades se encuentran en la estación de embalsamar, el sitio es frío, pulcro y un aroma intenso a desinfectante emana de cada rincón, donde el patólogo y también perito, Víctor Manuel, explicó de manera detallada para esta editorial, cómo realiza este proceso, “No hay riesgo alguno en esta profesión sabiendo embalsamar adecuadamente. El proceso de embalsamamiento consiste en el intercambio de líquidos, de sangre por un químico especial, no se necesita abrir mucho la piel del difunto, con que se maneje una pequeña cavidad para extraer los fluidos de tórax y abdomen, que a su vez circulan en el equipo y pileta de embalsamamiento, para posteriormente introducir el líquido de cavidad arterial”.

“Con este tratamiento un cuerpo se puede preservar hasta siete meses, aunado a esto, es necesario tener la noción del peso corpóreo de la persona, la enfermedad o causas por las que falleció y el sitio donde murió, todo para saber adecuadamente en qué zona se va realizar esta técnica”.

“Cuando se presenta el cuerpo a los familiares, el cuerpo del difunto ya debió pasar por ciertos procesos de sanidad, ya tiene que estar preservado, lavado, desinfectado y todo el proceso que indiqué anteriormente”, señaló Víctor.

Por último el señor Castillo, compartió una breve pero atinada reflexión sobre la muerte, con la que ha convivido desde hace años al realizar su trabajo, “Para mí es algo normal, no existe algo extraordinario, la muerte es ir de un estado a otro, de lo material, a lo espiritual. Es mentira esa constante idea de que uno percibe cosas sobrenaturales. Si acaso, primero está uno, en cuerpo, que es la envoltura del alma, el espíritu que sale libre, hacia la vida eterna” finalizó con un toque de solemnidad.

Hablar de la muerte es adentrase a un mundo donde convergen las visiones del hombre, la misticidad que envuelve este acto y las cosmovisiones que rodean el entendimiento del proceso mortuorio en diversas civilizaciones. Pero ¿Qué pasa con nuestro cuerpo cuando dejamos de pertenecer al mundo terrenal?

Para el señor Héctor Zavala Córdoba, embalsamador lírico desde la edad de 14 años, hablar de la muerte, sus procesos y significados es, hablar de toda una vida dedicada a preparar de manera digna y solemne el cuerpo de difuntos, donde hace hace más de 30 años, encontró en esta labor su vocación, misma que le ha permitido comprender y estudiar el tema de la mortalidad.

En palabras del señor Héctor, convivir con la muerte y desarrollar este oficio le significa toda una tradición consanguínea, y es que a pesar de que es la única persona que se desenvuelve en esta área, una familia de cuatro generaciones en el servicio funerario lo respaldan, “Soy hijo de funerarios, mi abuelo fundó Funerales Zavala, y de mi familia soy el único que se ha desarrollado en el ramo del embalsamamiento. Cuando yo inicio en este oficio, fue siguiendo los pasos de mi señor padre en la funeraria, a la edad de 14 años, donde aprendí de la mano de uno de los embalsamadores que trabajaban para nosotros, Elusiano Torres Eliseo. Comencé aprendiendo acerca del aseo y desinfección de un cuerpo, y como todo, con todo el respeto posible”.

“Mi padre y yo siempre fuimos muy buenos amigos, y él siempre me impulsó y cultivó el amor por el oficio en el ramo funerario, y aparte me gustaba, él nunca me decía nada sólo me observaba. Y un día sin previo aviso, nos quedamos sin embalsamadores, mi padre llegó y el cuerpo ya estaba preparado, así fue como inicie”.

Como toda profesión, y más una que gira entorno a la muerte, existen una serie de ritualidades y técnicas que deben de seguirse, según ciertas normatividades, y por supuesto, poner en práctica el conocimiento, no sólo el empírico, sino también el formativo dentro de las aulas, donde entra el tema de las acreditaciones necesarias, que se convierten en una obligatoriedad en este tipo de trabajo, “Después de aprender lo necesario a mi corta edad, empiezo a buscar otras vías para poder capacitarme dentro de este ámbito, empiezo a conocer a grandes maestros embalsamadores, que con el tiempo me dan el crédito por el oficio que desempeño. Mas tarde acudo a ciertas certificaciones y simposios donde se me acredita oficialmente como embalsamador y hasta ahora seguimos perteneciendo a la lista oficial de COEPRIS, para poder desempeñar esta ocupación”.

“Desarrollar esta función para mi ha sido muy gratificante, ser un vínculo para todas aquellas familias que pasan por un dolor tan fuerte como lo es el duelo, no hay mejor forma que preparar para sus difuntos una despedida digna, y dentro de lo que incluye mi profesión, realizar el aseo, desinfección y preparado de un cadáver, es una forma de suavizar un poco todo el tortuoso proceso que significa para las familias preparar a su fallecido, es darles lo mejor para que vean a su ser querido de la mejor manera”, comentó el señor Córdoba.

El embalsamamiento no es una acción fácil, se divide entre lo científico, lo cultural y en ocasiones hasta lo autodidacta, es todo un arte en el conocimiento del cuerpo humano, y así Don Héctor se toma el tiempo para explicarnos cómo se desenvuelve en su labor, mientras toma entre sus manos las herramientas distintivas de su oficio, “El embalsamamiento es el aseo, desinfección y preservación del cuerpo humano, que consiste en trabajar por medio de la arteria, carótidas y la yugular, se levantan los vasos, arteria y vena, y por la arteria infiltramos una solución, un químico especial que contienen formaldeido. Y diferentes compuestos para la preservación del tejido, y se realiza el procedimiento según la patología del difunto, por ejemplo el caso de una persona que padece cáncer, el tipo de descomposición que va a presentar su cuerpo es agresiva, más rápida y ahí lo que tratamos es de retardar el proceso de descomposición”.

“Hacer el tratamiento consiste en retardar la descomposición, y preparar la cavidad toráxica abdominal. El tema de la patología también aplica para aquellos cuerpos que sufrieron alguna muerte violenta, por algún accidente u otras circunstancias, el proceso se realiza de la siguiente manera, primero el cuerpo llega a SEMEFO, ya después traen al difunto con nosotros. Nosotros trabajamos algo que le llamamos “6 puntos”, que es el preservar el cuerpo mediante las arterias ilíacas, femorales, y venas traqueales, para preservar lo que son los brazos,y rostro, para después suturar las partes, tejido y extremidades”, aseveró.

Y sin duda el rostro de quienes se adelantaron al descanso eterno, no puede dejarse de lado, rememorar los gestos y facciones de los seres amados cuando se encontraban en la plenitud de la vida, también es una de las encomiendas del embalsamador, “En casos donde el difunto fue víctima de algún proyectil en su rostro, primero se comienza sellando el área, previamente preparada por el médico, técnica en la cual también retira la masa encefálica, previo a un peritaje realizado por la institución correspondiente.

Nosotros tratamos de hacerlo lo más estético posible, podemos trabajar con ceras especiales para realizar una restauración estética, como también se puede en casos especiales, tomar tejido de otras áreas para una reconstrucción. El maquillaje que se utiliza es especial, pero hemos encontrado algunos que se adhieren mejor a la piel, que de por si ya está deteriorada, y se elabora el trabajo de manera especial y empleando diversas técnicas, todo para satisfacer a los familiares del fallecido”, manifestó.

Don Héctor Zavala, prepara un aproximado de cuatro cuerpos de manera diaria, de diferentes localidades cercanas a la Capital y el costo aproximado de un embalsamamiento, oscila ente los mil y cinco mil pesos.

Evidentemente esta profesión es un recordatorio, de que el deceso de una persona es inminente, que la muerte tiene múltiples conceptos, y que hay un halo muy ceremonial dentro de toda esta tarea. Por último el señor Hector comparte una práctica muy humana y emotiva, que lo ayuda guiar a estos difuntos al sueño eterno, “He tenido muchos casos, alguna vez me tocó preparar a un joven, que se “suspendió”, y su rigidez cadavérica estaba muy fuerte y no podía embalsamarlo, por lo mismo, se me complicaba encontrar sus arterias, ya estaba en estado “Rigor mortis”, y lo que se hace en esos casos es recurrir a masajes especiales para reducir esta rigidez.

Pero también en ese momento recordé las palabras de una famoso embalsamador del estado de Cuernavaca, quien nos decía que debíamos conversar con el cuerpo, entonces lo intenté en este caso, yo lo apliqué, el cuerpo te dice qué es lo que quiere, qué es lo que necesita, qué te pide. Entonces hablé con él , le dije “Sabes qué, quiero entregarte con tu familiar, te pido permiso para trabajar contigo, arreglarte, y dejarte lo mejor que yo puedo hacer para que tu te veas bien y vayas tranquilo”, y no me lo va a creer, pero el cuerpo del difunto cedió, pude trabajar con él, QEPD, fue un momento muy emotivo”, terminó con una mirada inocente en su rostro.

HASTA SIETE MESES SE PUEDE PRESERVAR UN CUERPO: VÍCTOR

El tema de la muerte es universal, y por ello el señor Víctor Manuel Rodríguez Castillo, de 61 años de edad, también compartió para este medio su visión y experiencia como embalsamador y perito profesional, carreras que desempeña desde hace 30 años en Funerales Ortega, uno de los servicios funerarios más icónicos y antiguos de la Capital Potosina.

Su vida como embalsamador inicia hace más de tres décadas, cuando decide estudiar en la Universidad Autónoma de Nuevo León, donde se preparó como Patólogo Embalsamador, aunado a esto, la carga generacional de toda una familia dedicada a los servicios fúnebres lo impulsa para seguir este camino de manera determinante, que lo marcaría de por vida, donde hasta el día de hoy realiza con gusto todo este proceso sepulcral que envuelve a los difuntos.

“Yo quería saber cómo era el embalsamamiento, por eso estudié y me instruí de manera profesional, para mí es una gratificación muy grande desarrollarme en esta área, he podido estudiar y comprender, las causas y razones por las que muere una persona”, comentó con entusiasmo el Señor Manuel.

Su espacio de trabajo es muy distintivo, azulejos blancos están dispuestos en todo el anfiteatro donde realiza su trabajo, en medio están dispuestas dos mesas de embalsamamiento, unas piletas al costado, una bomba electro aspiradora se percibe en el fondo, inyectores de cavidades se encuentran en la estación de embalsamar, el sitio es frío, pulcro y un aroma intenso a desinfectante emana de cada rincón, donde el patólogo y también perito, Víctor Manuel, explicó de manera detallada para esta editorial, cómo realiza este proceso, “No hay riesgo alguno en esta profesión sabiendo embalsamar adecuadamente. El proceso de embalsamamiento consiste en el intercambio de líquidos, de sangre por un químico especial, no se necesita abrir mucho la piel del difunto, con que se maneje una pequeña cavidad para extraer los fluidos de tórax y abdomen, que a su vez circulan en el equipo y pileta de embalsamamiento, para posteriormente introducir el líquido de cavidad arterial”.

“Con este tratamiento un cuerpo se puede preservar hasta siete meses, aunado a esto, es necesario tener la noción del peso corpóreo de la persona, la enfermedad o causas por las que falleció y el sitio donde murió, todo para saber adecuadamente en qué zona se va realizar esta técnica”.

“Cuando se presenta el cuerpo a los familiares, el cuerpo del difunto ya debió pasar por ciertos procesos de sanidad, ya tiene que estar preservado, lavado, desinfectado y todo el proceso que indiqué anteriormente”, señaló Víctor.

Por último el señor Castillo, compartió una breve pero atinada reflexión sobre la muerte, con la que ha convivido desde hace años al realizar su trabajo, “Para mí es algo normal, no existe algo extraordinario, la muerte es ir de un estado a otro, de lo material, a lo espiritual. Es mentira esa constante idea de que uno percibe cosas sobrenaturales. Si acaso, primero está uno, en cuerpo, que es la envoltura del alma, el espíritu que sale libre, hacia la vida eterna” finalizó con un toque de solemnidad.

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