Este viernes el silencio se hizo estruendo. Como cada año las mujeres salieron a las calles con el alma disoluta para exigir una vez más este 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, un alto a la violencia que les atraviesa.
A las 16 horas el jardín del Barrio de Tlaxcala ya se pintaba de tonalidades violáceas y verdes. Cientos de mujeres parecían que habían perdido algo, como su inocencia tocada por lo absurdo del mundo, como una condición impuesta en este estado patriarcal.
Ahí los contingentes comenzaron a reunirse, 14 mil mujeres de todas partes y de todas las edades se hicieron presentes. Mujeres que durante toda su vida han huido de lo sórdido, para en esta movilización superar sus miedos y construir una esperanza genuina a través de la marcha. Porque las mujeres ya han despertado.
A la cabeza, las víctimas. Aquellas que han reconstruido la historia verdadera que ha sido fragmentada por el sistema de justicia. Unas sin sus hijas, otras sin sus madres, algunas desaparecidas; otras cargando el yugo de la desigualdad y el golpe duro de la discriminación y la injusticia . Pero siempre juntas.
Así caminaron a lo largo de la avenida Eje Vial , con el sol de frente, en donde algunos las miraban con desprecio, con afán de burla, pero eso sí, muchas otras mujeres las miraban como un gesto admiración y esperanza.
Eran ya las 17:25 de la tarde cuando comenzaron las acciones colectivas, los ejercicios de iconoclasia a las puertas de la Fiscalía General del Estado de San Luis Potosí. Todo era un rompecabezas que se unía en forma de reclamo.
Allí dieron inicio los exhortos por las malas diligencias, por la dilación de las autoridades, por las muertes violentas de mujeres que como Lupita, Karla, Nayeli y Fernanda dejaron a una familia lacerada; también evidenciaron la ineficacia de un estado en donde no existe la verdad para todas las víctimas.
La indignación era bastante, el clima emocional posibilitó que ese ánimo desmoralizador que trae consigo la protesta, se convirtiera en solidaridad. Ahí lloraron las hermanas, las madres el recuerdo de quien hoy está ausente, víctimas de esta vorágine de violencia que parece no tener fin.
Las familias víctimas, dolientes por las pérdidas y por los abusos que las han dejado sin voz, exigieron a las autoridades justicia, reparación del daño y no repetición , porque cada día se matan a más mujeres, desaparecen a más jóvenes, se abusa de niñas y las mujeres adultas necesitan ayuda.
Así continuaron. Comprometidas las unas con las otras, en medio de gritos de protesta y gases multicolores que anunciaban su llegada a las efigies del estado.
El ocaso ya estaba presente y los pasos de los miles de mujeres ya resonaban en la Plaza de Armas. Los muros de Palacio Municipal, de Palacio de Gobierno del Estado y del pleno del Poder Legislativo, parecían estarlas esperando.
Había tensión. Las calles entonaban un himno de hartazgo y ahí también se hicieron presentes los señalamientos.
Condenaron la omisión del gobierno, exigieron no medidas punitivas como la castración física y en cambio solicitaron impulsar acciones para erradicar y sancionar la violencia contra las mujeres.
Pues pese a que San Luis cuenta con seis Alertas de Violencia de Género, las autoridades no hacen lo necesario para advertir que este contexto produce efectos, como la discriminación estructural, la falta de justicia, la falta de programas y mecanismos desde una perspectiva de género y enfoque de derechos humanos.
También comenzaron las pintas, la furia contenida se descontroló en las puertas de aquellos edificios que parecieran servir de ornamento, más no como un espacio de escucha y acceso a la justicia.
“El movimiento feminista y de mujeres organizadas en San Luis Potosí conmemoramos el 8 de marzo como un día histórico, símbolo de nuestras luchas, alejado de la institucionalidad que lo despolitiza y le arrebata su sentido combativo”, leían las mujeres organizadas, con espíritu de lucha.
Entre el humo y el furor del momento, la imagen de Karla Pontigo echa monumento en memoria de la víctimas de feminicidio, sirvió de estandarte para continuar una serie de exigencias, que caían como gotas de un realidad que han vivido miles de mujeres.
“Estamos siendo replegadas; nos han arrebatado derechos humanos que hemos conquistado, y porque dentro de un sistema genocida es imposible alcanzar la dignidad para todas ; hoy, más que nunca, los feminismos son necesarias en la defensa de la vida y la libertad.
"Exigimos a todos los órdenes de gobierno a comprometerse con la nuestra agenda”.
Al filo de las 19 horas la exaltación era mucha y ya se expresaba en cada rostro, así se fundieron las más jóvenes, las que despiertan a este mundo del letargo. Admiradas de su poder caminaron a paso fuerte y culminaron en el Edificio Central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí.
Las mujeres estudiantes cansadas del los actos de acoso, de el desmerito a su trabajo por parte de otros académicos, de impulsar trabajos y no ser nombradas, de ver cómo la violencia estructural se ha apoderado de la máxima casa de estudios, comenzaron a recargar en ella toda su furia.
Martillazos, grafitos, mantas con sus exigencias y hasta algunas explosiones cimbraron la máxima casa de estudios. Aquellas defensoras, heroínas de rostros tapados, pero con el espíritu libre recamaron una vez más su lugar, sus derechos, su emancipación académica. Ahí culminó la marcha, entre el aroma de los fusiles que fueron siempre gritos, pintas y martillazos.