(Crónica) La otra Caravana

• Retumban sus motores en la cantera potosina • Millones de pesos ruedan sobre el frío adoquín • Un espectáculo pocas veces visto

Raymundo Rocha Lozano

  · miércoles 21 de noviembre de 2018

Los pájaros y palomas de la Plaza de Armas volaron sin rumbo, aturdidos, desconcertados, lo mismo que la mente de cientos de personas que se imaginaron por segundos tripular un Ferrari, un Porsche, un Mazeratti, un Lamborghini, un McLaren, un Mercedes o un Audi, esas piezas de ingeniería tan monstruosas como espectaculares que reposaron por minutos sobre el frío adoquín del Centro Histórico.

Uno a uno fueron ingresando los “autos exóticos” a la plaza, donde solamente los privilegiados turibuses pueden estacionarse. Unos 300 millones de pesos, tal vez más, invertidos en esas máquinas que nunca pueden ver los potosinos, ni aunque se den una vuelta por la zona dorada donde lo más notorio es un Mustang, un BMW o un Audi último modelo.

Son los coches “fifí” como diría López Obrador refiriéndose a la clase alta, a los alzados, a los presumidos, a los de otro mundo, el mundo de sus vástagos sorprendidos disfrutando de hoteles en Europa o en posesión de vehículos de este nivel, de los que cuestan entre 3 y 8 millones de pesos en promedio.

Venía de “carrancear” –los ochenteros sabrán que eso significa circular en Carranza tirando rostro y quemando codo- , tipo en caravana, ya que están de moda. Pero esta caravana es de vehículos de 600 caballos de fuerza que rebasan los 300 kilómetros por hora, que solo podemos ver en revistas o películas, pocas veces tocarlos.

Los capitalinos los esperaban ansiosos, sudorosos los que estaban bajo el sol y enchamarrados los de sombra, pero todos con su celular listo para la selfie. “Aquí en mi coche que acabo de comprar”, bromeaban en sus publicaciones en redes sociales con la respectiva foto al lado de semejante joya.

Las edecanes no se salvaron de los abrazos con el pretexto de la selfie, mientras las acompañantes de los avezados espectadores los querían matar con la mirada. “¿Con quién te tomaste la foto, con el coche o con la vieja esa?”, empezaba el interrogatorio tipo policía política secreta, al tiempo que les confiscaban el celular para checar la instantánea.

Un Ferrari azul de 200 mil dólares hizo rugir su motor, mientras varios jóvenes se acercaban a los escapes para sentir esa música que se convierte en adrenalina pura. Luego avanzó a vuelta de rueda, queriendo esconder su potencia con una humildad que solo los grandes tienen.

Fueron minutos fantásticos, para muchos inolvidables, ver tanta belleza junta es una oportunidad inigualable. Esa caravana multicolor y multimotor, es un homenaje a la ingeniería y un tributo a la velocidad.