La incertidumbre está en todas partes, las caras largas se asoman tímidamente por los cristales, el patio con sus pequeños espejos de agua tras la lluvia de esta madrugada, refleja el temor a lo que viene; lo que antes del 1 de julio era un hervidero de emociones, risas y esperanza, hoy es un templo de silencio, donde se escucha con claridad el vuelo de las moscas.
Es la Unidad Administrativa Municipal, el otrora espacio impenetrable del gallardismo, el búnker político desde donde se preparó y orquestó la escalada política, que se derrumbó en las urnas de manera sorpresiva para unos y de forma natural para otros, dependiendo del lado desde el que se vea. Hoy, ya nada es igual a entonces.
De los más de 60, dicen que 69, ayudantes de Xavier Nava, alcalde electo, designados para integrar la Comisión de Recepción del ayuntamiento de la capital, acudieron no más de 20, coordinados por Sebastián Pérez, un joven con porte de “chavirrú”, vestido de jeans ajustados, camisa y corbata desgastadas por el visible uso, y un saco sport, lentes modernos y peinado con limón sin semilla, quien fue de los primeros en llegar a la cita, antes de las 8.30.
Estuvieron todos conociéndose, saludándose y sin saber qué pasarían, de pie entre el estacionamiento y la entrada principal de la UAM. Gonzalo Benavente, regidor con Labastida y funcionario con Gallardo, se sintió en su territorio y recorrió las oficinas, saludando de abacho-becho a secretarias y de palmada en la espalda a los varones.
Los trabajadores que ya ven el final de la administración a la vuelta de la esquina y que saben que tendrán que irse por su ascendencia gallardista, no contemplaron con mucha alegría la escena. Sintieron como si un ejército invasor estaba por apoderarse de lo suyo, de su espacio, de su fuente de ingresos.
Mientras, la contraparte, con su actitud de colonizadores, caminaban a paso lento por el patio y los pasillos, observando de reojo al interior de las oficinas, como escogiendo la suya e intimidando a los burócratas municipales que agachaban la mirada y se ponían a trabajar, como si se tratara de un examen sorpresa.
La comitiva, desorganizada y altiva, llegó a la sala de capacitación donde un funcionario les dijo que podían trabajar, pero sin sacar copias ni fotografías a los documentos que se les iban a proporcionar. Duchos en la materia, los dueños de la información les iban a prestar sólo lo que ellos quieren que se conozca.
Con lo que no contaban, era que la sala esta convertida en ese momento en salón de fiestas. Algunos trabajadores degustaban unos sabrosos tamales de chile, rajas y picadillo con motivo “del 15 de Septiembre”. No les ofrecieron, si acaso, un vasito con café negro para calentar el cuerpo y nada más.
Los ayudantes de Xavier Azuara en los hechos, acudieron sólo a la foto, pues de entrega-recepción no hubo nada. Ni los que se van entregaron algo ni los que llegarán recibieron nada. Solamente las miradas desconfiadas de los burócratas gallardistas y una que otra sonrisa coqueta, por si de algo puede servir.
El atractivo del encuentro era el posible saludo entre Xavier Nava y Ricardo Gallardo, pero no ocurrió. El primero, sigue armando su gabinete y el segundo, andaba entregando patrullas, que, aseguraron los policías, ni siquiera son nuevas y el “chavirrú” dijo a los reporteros que no se vislumbra en el corto plazo, un encuentro entre ambos, al menos públicamente.
El recorrido de los próximos servidores públicos duró poco menos de media hora, lo mismo que las mariposas en el estómago de quienes los veían con incertidumbre desde las diferentes oficinas, en la húmeda mañana del inicio de la transición.