Villa de Reyes está de luto y lo estará por mucho tiempo. Esta mañana las nubes entregaron un cielo gris, que cobijó a un pueblo triste en una jornada de despedida a quien fue su presidenta municipal, Erika Briones.
Mariachis, jinetes y caballos, flores, muchas flores, cientos de todos colores y formas, lágrimas, gritos que liberaban el dolor del alma, un pueblo unido como nunca, para despedir en el último adiós a su lideresa, a su guía, a quien le devolvió la grandeza a esta localidad que se volvió industrial, cotizada y que se colocó en el radar del desarrollo de San Luis Potosí.
El pueblo salió a las calles con flores, con rezos, con dolor, con llanto. Todavía con asombro e incredulidad reflejada en el rostro, a 24 horas de la tragedia que enlutó no solo a Villa de Reyes sino a todo un estado.
El ataúd cruzó la avenida principal a las 11.45 horas, frente a una columna de jinetes en inquietos caballos que sentían la ausencia de quien tantas veces estuvo con ellos. La Gorda Tomasa, la yegua favorita de Erika, relinchaba, pisaba fuerte, tenía una foto de su dueña y su nombre grabado en la parte posterior de la silla. Sabía que esas tardes a galope no se repetirían nunca más.
Más tarde, en la plaza principal, se despidió; sus patas con vendas blancas se movieron con ritmo, con elegancia, mientras su jinete derramaba lágrimas de dolor. Tomasa cerró los ojos y dijo adiós.
Amigos, familiares, ciudadanos, políticos, cargaron el ataúd hasta la Iglesia de San Francisco, en el corazón del pueblo. El mariachi entonó Mexico Lindo y Querido y el cortejo fúnebre avanzó lentamente durante quince minutos. Al llegar a la Iglesia, el sacerdote pronunció la bendición y recordó lo frágil que es la vida, lo efímera, lo fugaz.
Fue una ceremonia de hora y media, de aplausos, de mensajes de amor, de recordar las grandes virtudes de Erika Briones como mujer, como hija, como madre y como servidora pública. Fue funcionaria y regidora en Soledad, diputada federal y alcaldesa desde 2018. Sus logros en la vida pública de San Luis Potosí son para recordarse hoy y siempre.
En la plaza principal, bajo un enorme toldo fueron dispuestas más de 500 sillas. Ahí, diputadas y diputados como Aranzazu Puente, Emma Saldaña y Bernarda Reyes, así como Mauricio Ramírez, Edmundo Torrescano y Alejandro Leal, funcionarios como el titular de la SEGE, el de SEDESORE y alcaldes y alcaldesas de varios ayuntamientos, no podían ocultar su tristeza.
Sobre el templete fue colocado el ataúd. Y entonces., como siempre y para siempre, se sumó Boinifacio Pérez Cruz, que fue su escolta, su ángel guardián, su amigo y que la acompañó en el triste desenlace. Una vez más la custodió, estuvo a su lado y ahí permanecerá. Su otro escolta, Iván del Angel Ramos fue llevado a Tamuín, para su eterno descanso tras un homenaje rendido por sus familiares y amigos.
En helicóptero, proveniente de Villa de Ramos donde temprano realizó una gira de trabajo, llegó el gobernador Ricardo Gallardo, visiblemente afectado. Se sentó en medio del secretario de gobierno Lupe Torres y de su esposa Ruth González. Se le rozaron los ojos, pero aguantó. No así la presidenta del DIF.
Erika Briones inició su carrera en la administración pública en Soledad y ahí se hizo gallardista. Por eso también el pueblo de Soledad presentó sus condolencias a través de la alcaldesa Leonor Noyola, sentada en primera fila junto a las diputadas.
Fueron minutos y minutos de aplausos, de un discurso sentido del maestro de ceremonias, de referirse al empeño y valores que profesaba la alcaldesa. Todos estaban ahí por convicción, desde estudiantes de preparatoria que salieron temprano de la escuela para acudir a la despedida, hasta jornaleros de avanzada edad que apenas podían con su bastón.
Seis minutos después de las dos de la tarde, el gobernador Ricardo Gallardo tomó brevemente el micrófono, su voz se entrecortó, era muy baja y sólo atinó a dar sus condolencias a la mamá, hijo y demás familiares de Erika, “quien se nos adelantó, no hay palabras, solo un gran aplauso. Dios bendiga a Erika Irazema Briones”.
Los cohetes y las balas de salva de los Policías Municipales tras el “pase de lista” de los elementos que eran escoltas de la alcaldesa y de la propia Erika, se confundieron e hicieron sonar las alarmas de los coches alrededor de la plaza.
Entonces, nuevamente el ataúd atravesó el jardín principal, rumbo a la presidencia municipal, a la oficina que fue su segundo hogar, o tal vez el primero. La acompañaron sus regidores y miembros del gabinete. Fueron minutos de sollozos, de un “hasta siempre jefa”, de balbuceos como “aprendimos lo mejor de ti” y de rezos, si, de muchos rezos.
Ahí se tomaron acuerdos, decisiones trascendentales, se analizaron crisis y se definió el presente y el futuro de Villa de Reyes. Erika Briones no estará más en esa silla, pero su equipo seguirá el ejemplo, que es la principal herencia política que dejó.
Después, cerca de las tres de la tarde, todavía incrédulos, los habitantes se reincorporaron a la normalidad. Compraron aguas, elotes, papas preparadas y malteadas, mientras comentaban que “nadie tenemos seguro nada, hoy estamos aquí, en la plaza, y mañana…quien sabe”.
El cuerpo de la presidenta municipal regresó a la Capital del estado, donde fue sepultado en un panteón particular, en una ceremonia privada a la que solo asistieron familiares y un grupo de amigos.
Y la Gorda Tomada fue regresada a las caballerizas donde, probablemente, seguirá esperando escuchar las risas de su jinete e ir a todo galope por las praderas villareyenses.