La recepción de espera del Centro Integral de Justicia Penal de San Luis Potosí estaba inundado con una especie de silencio sepulcral; adentro en la Sala 6 se encontraba "El Tiburón", un experto en artes marciales y peleador, según algunos testigos, de "vale todo", quien fue detenido por turbar la dignidad de un niño, un joven que solo buscaba ganarse la vida.
Ahí sus tres abogados particulares lo rodeaban, como articulando una especie de estrategia, como quien entrena a un peleador tras las cuatro cuerdas.
En otra sala, se encontraba SMR, un niño a la mirada de todos, quien a sus 15 años fue agredido por este "grandulón", quien en un acto de intolerancia lo golpeó hasta dejarlo inmóvil en el piso, en su sitio de trabajo, una cadena de sandwiches tipo submarino.
Luego de unos minutos, un Policia de la Guardia Civil Estatal hizo el llamado de la Causa Penal 996/2023; se trataba de la audiencia inicial de Fernando N., El Tiburón , quien fue detenido el día sábado 5 de agosto por golpear de manera brutal a este joven el pasado 31 de julio y que hoy representa la vulnerabilidad que enfrentan las infancias y adolescencias.
Sentado del lado derecho de los acusados, con su rostro desbocado, se miraba a El Tiburón, con una camisa rosa que se parecía ceñirse cada vez más a su cuerpo, como la culpa a su conciencia.
A las 12:22 horas comenzó la audiencia, y sus manos iban de la mesa a su rostro , de su rostro a la mesa, como un trance interminable que parecía ser un llamado de ayuda, pero nunca de arrepentimiento.
Así dio comienzo la relatoría de los hechos, detalle a detalle, de una golpiza que parecía interminable, y que a los ojos de todos los presentes fue un recordatorio de sujeción, de sometimiento, de violencia extrema.
Eran las 12:45 cuando Fernando N., cambió el semblante de su rostro, el de aquella cara sonriente que le dio la vuelta a un país entero, para transformarla en angustia luego de saber que podría pasar de 12 a 50 años en prisión.
Parecía azorarse, El Tiburón ya no era aquel depredador que con sus puños sometía a indefensos, se convirtió en un pesecillo inmóvil y perdido, resignado a su destino.
Sus abogados, de aspecto joven, le hablaban al oído continuamente y luego de la noticia de la proyección de su sentencia, parecían confundidos y solicitaron la duplicidad de audiencia, que dio paso para el cierre de esta primer etapa del proceso que enfrenta por Homicidio Calificado en Tentativa Agravada.
Fue entonces que los defensores particulares de Fernando N., emprendieron la huida y a lo largo de un pasillo y mientras la prensa los esperaba, corrieron hacia una camioneta negra Mercedes Benz , para evitar cuestionamientos, mientras del otro lado El Tiburón era llevado a su celda, en el Centro de Reinserción Social de la Pila, un sitio que pareciera empeñarse a ser su nuevo hogar.
No hubo un adiós, ni un hasta luego, pero quedó el miedo expectante sobre los hombros de Fernando N., quien podría pagar con cárcel la violencia desmedida que salió de sus manos.