(Crónica) Aplausos a la mitad del camino

Cuando estaba por iniciar el capítulo de San Luis Próspero tras más de una hora de leer cifras y más cifras, el gobernador Juan Manuel Carreras hizo una pequeña pausa y lanzó: “ya pueden aplaudir, estoy hablando de otro tema”. No ha sido el único político que pide palmas tras haber hecho uso de la palabra.

El 3 de febrero de 2015, después de su discurso en que anunció el nombramiento de Virgilio Andrade como secretario de la Función Pública y una serie de medidas contra la corrupción y en favor de la transparencia, el presidente Enrique Peña Nieto no resistió hacer un breve comentario ante la pasividad de su auditorio: "Ya sé que no aplauden", se escuchó a través del micrófono.

Los aproximadamente 1,500 asistentes a los enormes y funcionales salones del Centro de Convenciones, se veían distraídos; platicaban en voz baja, checaban su Facebook, se mandaban mensajitos por WhatsApp, los caballeros le echaban una miradita discreta a las edecanes y pocos, muy pocos, si acaso los de las primeras dos filas, estaban atentos a lo que el Gobernador leía.

En pantallas gigantes se proyectaron videos de las principales obras de la administración, mientras el doctor Carreras, con su elegante traje y una lectura digna de un ex secretario de educación, seguía el guión al pie de la letra, pero no hacía énfasis en los temas relevantes y todo lo leyó en un mismo plano.

Atentos estaban Otto Granados Roldán, secretario de Educación Pública y representante del presidente Enrique Peña Nieto; Sonia Mendoza Díaz, presidenta del Congreso del Estado; Juan Paulo Almazán Cue, presidente del Supremo Tribunal de Justicia y del Consejo de la Judicatura del Estado; Luis Cresencio Sandoval González, comandante de la Cuarta Región Militar y representante personal del General Salvador Cienfuegos Zepeda, secretario de la Defensa Nacional y Juan Francisco Salas Ávila, comandante de la Décima Segunda Zona Militar.

Pero también acudieron Martín Orozco Sandoval, gobernador de Aguascalientes; Manuel Velazco Coello, gobernador de Chiapas; Guillermo Esparza Elías, asesor y representante personal de Alejandro Tello Cristerna, gobernador de Zacatecas; Ruth Graciela Bravo Martínez, directora Regional Noreste y representante personal de César Alberto Martínez Baranda, director general del Instituto del Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores y Antonio Chemor Ruiz, Comisario Nacional de Protección Social en Salud.

Marcelo de los Santos, el ex gobernador panista en cuya administración se construyó el Centro de Convenciones, satanizado por su sucesor Fernando Toranzo que bautizó la obra como “elefante blanco” aunque para todo la usaba, demostró que todavía trae rating. Con su impecable traje, azul, zapatos importados color café, no perdió detalle de cada palabra del mandatario.

Los otros dos ex, Horacio Sánchez y Fernando Silva pasaron desapercibidos, más el primero, quien sigue asumiendo la pose de gran estratega político, esa de mirar por encima del hombro aparentando saber más que todos y el segundo saludador con la vieja guardia. Con Marcelo todos querían “selfie” y con los priistas, el saludo obligatorio y nada más.

Cada quien estaba en lo suyo cuando el Gobernador los despertó pidiéndoles que aplaudieran y es que la jornada había empezado temprano en el Congreso del Estado, donde ante la nueva Legislatura, el jefe del ejecutivo entregó su Tercer Informe como lo manda la Constitución. Su discurso fue sobrio, de seis minutos incluyendo saludo a las autoridades presentes.

A las 12.18 empezó su discurso en el Centro de Convenciones, luego de que los alumnos de la escuela primaria Francisco Madero cantaran el Himno Nacional y después de hacer un ajuste de tiempo en un salón contiguo, donde dialogó con Otto Granados y con Manuel Velasco Coello presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores.

Más allá de los números y estadísticas que reflejan avances significativos en el Gobierno, los asistentes querían escuchar el discurso político y el Gobernador no los defraudó al hacer un reconocimiento al presidente electo Andrés Manuel López Obrador, de quien destaca, aseguró, su política de austeridad.

Cerca de las 13:40 y ahora sí, con ensordecedores aplausos, el Gobernador concluyó la lectura de su informe. Y entonces vinieron los abrazos entre funcionarios, las fotos con Otto Granados, con Marcelo, y obviamente, con el alcalde electo Xavier Nava, quien en una pose similar a la de su tío Horacio, no permitía el diálogo con quienes se le acercaban, obviamente a pedirle algo, ya sea una cita, una chamba o una foto.

Vestida de rojo, con sus casi dos metros de altura, acaparó las miradas de todos. Margarita Hernández Fiscal, la mujer que puso orden en donde los hombres no se atrevieron, que recuperó el respeto para la Dirección de Gobernación y que con valentía hizo temblar a los grupos tradicionales de Soledad donde buscó ser alcaldesa, no se cansó de recibir apoyos de priistas de todo el Estado, para que encabece la nueva era del partido para los retos que vienen... y si alguien puede rescatar al partido en bancarrota política, es ella.

Saludos, abrazos, felicitaciones, de todo recibió la joven priista, quien dio la batalla en Soledad y como reconocimiento a su trabajo y sacrificio político, la mandaron a la banca. Hoy su nombre resurge y alcaldes, ex alcaldes, ex diputados y funcionarios de diversas dependencias, coincidieron en que no solo por ser mujer sino por méritos propios, sería el perfil ideal para rescatar lo que queda de partido.

El escenario fue el mismo de cada año, la única vez que se encuentran funcionarios de todos los niveles, diputados locales y federales, senadores, empresarios, líderes de sectores y de opinión. Es el día del gobernador, la oportunidad de destacar lo hecho en los últimos 365 días, de marcar el rumbo a seguir cuando se encuentra a la mitad del camino.

Esta vez no hubo comida, ni dispendios, si acaso un librito con el resumen ejecutivo, pero todo se caracterizó por el ahorro, hasta los bocadillos de la sala de prensa antes abundantes y ahora, apenas alcanzaron para engañar al estómago y no todos. La orquesta sonó indiferente y nada más.

Contento por lo logrado, el mandatario bajó del escenario y saludó otra vez a sus invitados especiales para retirarse con rumbo desconocido en su camioneta, tal vez a reflexionar sobre por qué no le aplaudieron, como en su momento lo pensó el presidente Enrique Peña Nieto.