A 30 minutos del Centro Histórico, a orilla de las vías del ferrocarril en la zona sur, se encuentra la colonia Bachoco, lugar donde, con ayuda de tablones, tarimas y lonas, algunas familias han construido sus casas, algunas constan de un solo "cuarto", ahí resguardan una cama y una mesa, los alimentos se cocinan con leña en el exterior, donde también se lava la ropa y los trastes.
Son apenas un par de manzanas delineadas sobre terracería, y en varias de las viviendas se han colocado letreros que advierten: "En casa y sin comida". En uno de estos espacios habita María Elena, junto a su esposo y dos hijos de 11 y 8 años de edad; ella, padece artritis reumatoide y migraña, además, es hipertensa. Hace un año y tres meses que llegó a esa zona de la ciudad con su familia, después de que un familiar que le prestaba un cuarto le pidió desalojarlo; dos palos, una lona y una caja de plástico en la que colocaron una esponja para dormir, fueron los cimientos para la casa.
Satisfecha explica que, "poquito a poquito la hemos ido acomodando", ahora tiene paredes de tablones y con la lona que otros desecharon como basura, hizo el techo, en el sitio apenas caben dos camas individuales que dejan poco espacio para caminar, pero es más de lo que tenían al principio. La artritis le ha restado movimiento a su pierna derecha, aún así, María Elena sale al cerro a buscar latas de aluminio, fierro y otros materiales que pueda vender, el costal de latas de aluminio se lo pagan a 40 pesos, con ese dinero compra tortillas o solventa alguna necesidad; también solía hacer limpieza en casas, "buscaba lavar ropa, los cobertores, limpiar, pero ahorita ya no quieren porque tienen miedo, y aparte uno también tiene miedo, ¿para qué me arriesgo?".
Además es voluntaria un día a la semana en el Banco de Alimentos, a unos metros, ahí le pagan con despensa. Durante varias semanas el Banco le pidió que ya no acudiera, ya que al ser hipertensa corre riesgo de sufrir complicaciones si llega a contagiarse por coronavirus, además, su esposo se quedó sin empleo a causa de la pandemia, así que con todo y el peligro que implica, ha pedido que le permitan regresar al voluntariado, "de ahí es donde comemos ahorita".
Otra de las formas en que ha conseguido algo de alimento es en el monte, a donde acude a cortar nopales, así que hay días en los que sólo puede ofrecerle a su familia frijoles y nopales, "se siente mucha desesperación, se quita el sueño, se siente como un miedo, un vacío que dices tú: ¿qué les voy a dar de comer?, y si se me enferman, ¿a dónde los voy a llevar?, sí se preocupa uno mucho por ellos".
María Elena debe tomar dos pastillas por día para controlar la presión, sin embargo, reconoce que hace varias semanas que no acude al Centro de Salud para que le surtan medicamentos, el mismo temor al contagio la ha detenido, "me estoy tomando nada más una en la tarde para alcanzar a que pase esto y poder ir a la consulta".
FRIJOLES, FRIJOLES, FRIJOLES
A unos pasos de María Elena, vive doña Carmen, ella es originaria de Veracruz, pero hace 9 años fallecieron sus padres y se vino a radicar a San Luis Potosí; durante varios años habitó en casas rentadas, pero la falta de recursos para pagar la llevaron a ella con su familia, a asentarse en la colonia Bachoco hace un año. Su casa también tiene las paredes de tablones, pero no ha tenido tanta suerte como María Elena y no cuenta con lonas en el techo, por lo que la lluvia de este viernes por la noche mojó sus pertenencias.
Ella tiene dos hijos, un hombre y una mujer, y aunque el varón se fue a rentar un cuarto debido a que ya no cabían en la casa, suele apoyarla con dinero; también su hija ha trabajado, pero actualmente los dos se encuentran desempleados, sólo su esposo tiene trabajo "pero está ganando bien poquito, sí me pongo triste porque nunca me imaginé que iba a pasar por esto". También ella contribuía a la economía familiar, sin embargo fue despedida, y aunque ha tenido al intención de volver a buscar empleo, ve poco factible que la contraten, pues tiene 56 años de edad.
Con nostalgia, doña Carmen menciona que "cuando había (recursos económicos) comprábamos carne, ahorita ya no, ahorita nada más frijoles, frijoles, frijoles", a veces se antoja un vaso leche, pero tampoco eso pueden comprar. Rompió en llanto al preguntarle hace cuánto que no consume carne, "estaba acostumbrada a comer bien, pescado, carnita, a mí me da mucha tristeza, creo que no nada más yo, toda la gente está viviendo lo mismo". Hace unos meses compró una gallina y así se ha hecho de una pequeña granja que en ocasiones le provee de huevo, "en ese tiempo trabajaba mi hija y me dio para el gasto, y entonces lo compré porque me gusta tener mis pollos para sacar huevito, pero ahorita ya tampoco quieren poner", las gallinas no tienen maíz ni alimento.
Desesperada, doña Carmen ya no sabe a quién recurrir, sus palabras muestran lo desamparada que se siente, "ya no tengo papá, no tengo mamá, no tengo a nadie".
UNA VIDA NORMAL
A espaldas de María Elena viven don Julián y doña Maximina, que con 60 años de matrimonio le hacen frente a la vida, paradójicamente don Julián dedicó 20 años de su vida a edificar casas, fue ayudante de albañil, pero él no cuenta con una vivienda de concreto, también es de los que pasan sus días entre tablones a manera de pared.
Al ingresar a su casa lo primero que pidió fue apoyo con láminas, ya que los chorros de agua que se colaron entre las tablas lo despertaron este viernes por la noche mientras dormía en un sofá que sirve de cama. Hace años tuvieron que operarlo, y desde entonces ya no pudo regresar a trabajar. Su hijo también es albañil y los apoya con algo de dinero, sin embargo debido a las restricciones de la pandemia también pasa días difíciles para llevarle el sustento a sus cuatro hijos.
Don Julián señala que en ocasiones sale a la calle a pedirle a la gente que lo apoye con algo de comida, recibe ayuda de algunos vecinos, además el Banco de Alimentos le dan algunas verduras, es así como subsiste este matrimonio.
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Aunque el coronavirus no está presente con casos positivos, los habitantes de la colonia Bachoco sí han resentido la enfermedad, pues a venido a acentuar la pobreza, pues los pocos que contaban con empleo se han quedado sin el desde que comenzó la contingencia, mientras que a otros les han disminuido el salario. Para los niños la vida transcurre con normalidad, juegan en la calle con sus vecinitos, en donde también se observan adultos que realizan sus actividades cotidianas, uno que otro porta cubrebocas, pero la mayoría se desplaza sin ninguna protección contra el coronavirus, el enemigo invisible que día a día cobra vidas en San Luis, México y el mundo.