- Se ponía “como loco” pero nunca agredió a vecinos, dicen
Precavidos y evidentemente desconfiados se muestran los vecinos del gimnasio “Power House Gym”, aparentemente propiedad de Fernando N., actualmente vinculado a proceso por la agresión a un adolescente en un restaurante de comida rápida.
El lugar, un edificio de tres pisos pintado totalmente de color morado en la calle Iztacihuatl, en la colonia General I. Martínez, está cerrado pero no clausurado; se decía que al igual que “autopartes Medina” sería cerrado por las autoridades.
Una vecina asegura que ya acudieron dos personas en una camioneta del Ayuntamiento capitalino, pero solamente se asomaron al interior, tomaron fotografías con un teléfono celular y se retiraron.
Agradecen que en lugar permanezca cerrado -aunque la mayor parte del tiempo ha sido así-, porque además de gimnasio funcionaba como salón de eventos en el que había ruidosos festejos, y que se prolongaban hasta altas horas de la madrugada.
Desconocen si en ese establecimiento se organizaran peleas “vale todo”, pero sí fiestas que antes eran casi cada fin de semana.
A Fernando N. lo conocían porque se molestaba cuando algún vehículo estaba estacionado frente al inmueble, o porque le reclamaban la música a alto volumen, pero aseguran que, aunque violento en sus contestaciones, nunca golpeó a alguno de ellos.
No saben mucho de él, solamente las pocas veces que acudía a abrir el gimnasio o cuando solamente acudía “a darle una vuelta”, y enseguida se retiraba; ninguno de sus vecinos era cliente del local.
Renuentes a ofrecer mayor plática sobre Fernando N., los vecinos señalan que en los últimos días ha sido de mucha actividad la calle Iztacihuatl. “Han venido muchos periodistas, también gente del gobierno pero les decimos que no sabemos más del señor”, afirma una mujer, adulta mayor, que vive a tres casas del gimnasio.
Sin embargo, mantiene su postura de “no hablar de lo que no sabe” y dice que nunca se percató de alguna situación más allá de los festejos o las actividades normales del gimnasio aunque “casi nunca lo abrían”.
Ella asegura haberse enterado de lo ocurrido en el restaurante de comida rápida porque le avisó uno de sus hijos. “Luego luego nos dimos cuenta que era el fulano del gimnasio…”.
Aunque dicen que llegó a enfrentarse con algunos vecinos, la señora afirma que nunca hubo un pleito a golpes, que solamente les gritaba “como loco” cuando le reclamaban alguna cuestión.
Y de las autoridades dice: “Ahora sí vienen, pero cuando les hablaban para reportar algo ni la policía se aparece…”.
Otros vecinos se mostraron desconfiados a hablar sobre el propietario del gimnasio, alegando que no lo conocían, pero sí se mostraron interesados en saber qué pasará con su local.