La vida de Edith Pérez Rodríguez no sería la misma desde aquel 14 de agosto de 2012, en donde sus hijos Alexis y José Arturo Domínguez Pérez, de entonces 16 y 20 años; así como su sobrina Milynali Piña Pérez, de 13; su sobrino Aldo Pérez Salazar, de 20; y su hermano, Ignacio Pérez Rodríguez, de 54 años, fueron desaparecidos cerca de Ciudad Mante, Tamaulipas.
Un hecho que marcaría su día a día de por vida y que la animaría a crear “Voz y Dignidad Por los Nuestros SLP”, una asociación civil que representa a más de 300 familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos.
Hace más de diez años, enfrentó su primer rechazo a la justicia y la verdad, cuando expuso al ex presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, la crisis de desapariciones que enfrentaba no sólo San Luis Potosí, sino el país entero, y este decidió increparla ante su molestia, con un “necesito hablar con usted al final, si es que le interesa su familia, yo supongo que sí”.
Hoy Pérez Rodríguez, una vez más, se enfrenta a la misma historia, con la creación de un censo para actualizar las cifras de personas desaparecidas en México, que más allá de recoger, recopilar, evaluar y analizar la información sobre la gravedad de esta situación, pareciera que las autoridades buscan desdibujar esta crisis que flagela a más de 100 mil familias víctimas en el país.
En entrevista para El Sol de San Luis platicó su experiencia en torno a este censo, pues desde hace algunas semanas fue buscada por quienes parecían pertenecer al programa de los Servidores de la Nación, quienes la cuestionaron sobre su hijo José Arturo.
“La verdad fue algo extraño, yo estaba afuera de mi casa y llegaron unas señoras en grupo. A algunas de ellas las conocía de vista porque le di clases a sus hijos en una escuela primaria, se acercaron con mucha pena y me preguntaron por mi hijo José Arturo”.
Explicó que no había formato en las preguntas, ni división de secciones por población, mucho menos, una ficha con la cual se identificaran y explicaran cuál era la metodología base del censo.
“Lo primero que me dijeron es que sentían mucha pena tener que preguntarme por mi hijo José Arturo, que sabían lo que había sucedido y que el presidente Andrés Manuel quería saber si ya había sido localizado, que ellas solo atendían el mandato del presidente”.
Edith recordó que luego de preguntarle por su hijo José Arturo, empezaron a informarle el por qué se habían presentado, sin embargo, nada de lo que explicaron parecía tener sentido, pues no pudieron hacerle saber con claridad qué finalidad y cómo se estaría realizando el censo.
“También llegó un hombre, no me acuerdo cómo se llama, y dos mujeres que son conocidas, me preguntaron y luego me aventaron un rollo de cuál era el motivo de su visita. Les dije que le pasaran a la casa, no quisieron, que porque estaban trabajando y me dijeron, ‘andamos haciendo el censo para los desaparecidos’”.
En ese sentido, mencionó que dentro de este censo, los Servidores de la Nación llevaban una hoja con el nombre completo de su hijo José Arturo, pero nunca mencionaron a su hijo Alexis, también desaparecido en el mismo hecho.
“Medio me enseñaron el documento, una hoja donde venía el nombre de José Arturo, pero ahí les pregunté que por qué no venía también el nombre de mi hijo Alexis. Ahí me dicen que no saben, que desconocen, que solo les mandaron una lista de ocho personas desaparecidas en Tamuín, donde logro identificar a una joven que desapareció, pero que sí fue localizada”.
Este hecho fue para Edith Pérez un golpe a sus emociones y a la lucha de toda una década, pues su hijo Alexis no había sido contemplado en el censo, lo que devela que hay una muy mala organización, pero sobre todo, y lo más preocupante, que para las autoridades su desaparición no importa.
“Después de eso fui a preguntar con mis familiares, quienes también son víctimas colaterales por la desaparición de mis sobrina y hermano. Le pregunté a mi hermana, a mi hermano y su hijo, si con ellos habían ido a preguntar por Alexis o alguno de nuestros familiares desaparecidos y me dijeron que no. Lo único que pude sentir fue mucha rabia e impotencia”.
Por último, insistió en que este censo carece de organización, para poder hacer efectiva la información que brindan las víctimas, pues desde la manera de acercarse y presentarse hay una notoria opacidad de información.