Con el olvido absoluto del ayuntamiento de la Capital, que no recoge la basura, no manda vigilancia y menos lleva a cabo acciones de rehabilitación de la infraestructura o de desazolve del drenaje, el mercado 16 de Septiembre agoniza y más del 80 por ciento de sus locales están cerrados.
La explanada ha sido invadida por vendedores de ropa usada que llevan las famosas “pacas” los domingo, aunque a veces también algunos van los sábados y el comercio, en su mayoría, ya no se desarrolla en los locales sino afuera de ellos, en los pasillos, donde los ambulantes venden sus mercancías.
El mercado con una antigüedad de 50 años, es propiedad de particulares aunque un acuerdo de Cabildo de 1971, faculta al presidente municipal a adquirir el terreno de 108 metros cuadrados para la construcción del mercado y ceder un terreno en Xicoténcatl a los propietarios.
Los baños, el gimnasio y la explanada son municipales y los administra, por lo tanto, el ayuntamiento de la Capital, pero aún así se encuentran en el abandono, no se les da mantenimiento y se desconoce a dónde van a parar los recursos que se obtienen, pues es evidente que no se utilizan para obras en beneficio del inmueble.
Ubicado en pleno corazón de la zona comercial de San Luis Potosí, sobre la calle 16 de Septiembre, metros adelante del Mercado La República, colindando con los barrios de Tlaxcala y Santiago, el mercado 16 de Septiembre conocido en sus buenos tiempo como “mercado de los fierreros”, agoniza.
Al medio día de este domingo, no había más de 10 clientes recorriendo sus pasillos que tienen el piso levantado o hundido, con decenas de locales cerrados, con la cortina asegurada con candados y los que estaban abiertos, con poca mercancía, principalmente herramientas para el trabajo.
Carretillas, azadones, pinzas, tijeras, barras, parrillas, llantas, bicicletas, clavos, tornillos, un local con manualidad, otro con papelería y uno más de taquitos de barbacoa y bistec, es lo que predomina, pero los ambulantes no rentan locales que, aunque son baratos, (de 500 pesos para arriba dependiendo la ubicación) no son necesarios.
Vender en uno de ellos implicaría el pago de la renta, de agua, de luz, contratar seguridad al menos cámaras y unos buenos candados. Mejor, la poca mercancía que tienen la colocan en el pasillo y se ahorran todos esos gastos, así, lo que vendan, íntegro, es para ellos.
La advertencia en una pared de la entrada es contundente: “no orinar ni robar. Att: el que golpeó a Jonás”. El justiciero anónimo la ha hecho efectiva, cuando llega a sorprender a alguien haciendo sus necesidades o bien, tratando de robarse aunque sea un foco, que ya no hay muchos.
El lugar, a plena luz del día, genera un ambiente de temor para los visitantes. Los menesterosos o indigentes abundan, se refugian en alguna sombra sobre los pasillos; en otra parte, un par de jóvenes inhalan alguna sustancia que les provoca una risa permanente y una mirada ausente.
Los pocos locatarios que subsisten desde hace años, porque son dueños del local, están molestos. Una de ellas, habló con El Sol de San Luis para acusar al administrador de no servir para nada. Ni resuelve los problemas, ni exige al municipio la rehabilitación de la parte bajo su responsabilidad y menos, promueve que haya vigilancia policiaca.
Pero nadie les hace caso por más escritos que han llevado al ayuntamiento; en la Unidad de Gestión del Centro Histórico les han dicho que ese mercado no está bajo su jurisdicción y en la Policía Municipal les dicen que no tienen elementos para hacer rondines. Es decir, que se rasquen con sus uñas.
Al ser un mercado que poca gente conoce y al que ya casi nadie acude porque no ofrece variedad de productos, huele a drenaje y tiene malvivientes merodeando todo el día, la autoridad municipal ni nadie más, tienen interés en invertir un solo peso en cualquier tipo de servicio, reconocen los comerciantes del lugar.
En sus años de abundancia en ventas, los locales eran insuficientes e incluso, los comerciantes invadían la calle con sus mercancía, por eso se les llamaban “los fierreros”. El auge era ocasionado porque ahí, se encuentra una terminal de autobuses que entonces se les conocía como “polleros”.
Esas unidades traían gente a la capital de los municipios y comunidades cercanas y al tener que pasar por el mercado, hacían sus compras a llegar o antes de regresar a su lugar de origen. Cuando los “polleros” dejaron de prestar servicio y entraron los urbanos, el negocio fue decayendo.
Los años de esplendor del mercado 16 de Septiembre no regresarán y, por el contrario, cada vez se ve mas cerca el final de lo que fue la zona comercial para rebosante de la ciudad hasta que, dicen sus locatarios, se tendrá que vender todo para que alguien construya un nuevo proyecto inmobiliario o comercial.