La manta hechiza que cuelga de uno de los establecimientos, lo dice todo: “Gracias por habernos hecho su tienda durante 37 años”.
Y es que ese fue uno de los últimos negocios que cerró sus puertas obligado por presiones del propietario del terreno que, sin tentarse el corazón y con la mano en la cintura, ahora sí terminó el desalojo de más de una veintena de negocios que desde hace más de 40 años formaron un exitoso corredor comercial en la calle Durango, frente al mercado Revolución, entre las colonias San Luis y Popular
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Hoy, en esa calle y a la vuelta, sobre la calle Manuel José Othón, se resiente un dejo de abandono, con locales vacíos, algunos ya grafiteados y, por si fuera poco, al menos uno de ellos ya habitado temporalmente por personas en situación de calle.
El cierre masivo de negocios ya afectó al mercado Revolución, con más de 50 años de actividad, porque los negocios desaparecidos servían de ancla para ese centro de abasto (en lugar de ser al contrario); hoy, por ejemplo, nadie va a vigilar quién entra o quien sale del mercado, ni le va a decir a los locatarios quiénes son los que pintarrajean sus paredes, y menos van a ir a sus locales cuando no encuentren en el exterior lo que necesitan, porque ya no están esos clientes.
Hoy, todos los días se siente como un domingo, cuando todos los locales terminaban su jornada y estaban cerrados.
Ya no está ahí la cocina económica “La Zanahoria” que, durante casi 40 años inundó la cuadra de aromas de sus guisos, ya no está tampoco “El Fiestón” que en temporada de Halloween no se daba abasto para repartir a manos llenas golosinas para las niñas y niños disfrazados, la mercería y bonetería “Paty”, donde cualquiera podía pasarse las horas mirando sus aparadores atiborrados de todo tipo de mercancía.
Ni la antigua peluquería “Marce´s”, con sus clásicos sillones de barbero y su montón de revistas para entretener a la clientela, y a un costado la estética “Liz” que inició doña Rosita Santoyo (qepd) y que pasó a manos de su hija; ambas con minuciosos cortes de cabello y oros servicios, pero cada quien con su clientela.
La dulcería “Olalde” y la tienda de abarrotes “Villalobos”, ambas de la misma familia de comerciantes y que eran negocios tan surtidos de mercancías, que literalmente no había espacio para caminar en ambos locales.
Tampoco está la tortillería, la que habría tan a temprana hora para ganarle a otras del rumbo, ni el local que durante muchos años fue una botica y que terminó en un paupérrimo negocio de reparación de computadoras.
A la vuelta, sobre Manuel José Othón, la panadería -el último negocio en pie, gracias a un acuerdo que le permitió sobrevivir unos días más, hasta marzo- con sus humeantes y calientitos bolillos, la papelería “Perlita”, donde era posible encontrar de todo para los escolares, juegos didácticos y, por supuesto, las famosas láminas que encargaban en las primarias del rumbo.
¿A quién le van a encargar ahora la reparación de licuadoras y otros enseres domésticos descompuestos, si ya no está tampoco el negocio donde los componían?; el local donde se compraba el Melate, también está cerrado. Igual que la florería.
Otros negocios tenían poco de haber ocupado los locales, pero también ya no están, como un local de renta de computadoras, entre otros.
El año pasado, a finales del mes de septiembre, causó conmoción al vecindario de las colonias aledañas el desalojo forzado de varios negocios, entre ellos el de la frutería más surtida y con los mejores precios del rumbo.
Algunos comerciantes, a los que el propietario del terreno les dio el indulto y les permitió permanecer en sus locales hasta este mes de febrero, desde diciembre avisaron a su clientela que se cambiarían de dirección, algunos en calles aledañas, otros más lejos.
Hay comercios de los que, hasta ahora, no se sabe si sus propietarios van a seguir en nuevas direcciones o, de plano, ya tiraron la toalla.
Del destino del terreno, por su magnitud el vecindario le apuesta a que será una plaza comercial o un conjunto habitacional, de departamentos. Sin embargo, todavía no hay certeza si será uno u otro, o algo más.
Hoy, parafraseando esa manta que cuelga de uno de esos muchos negocios, los miles de clientes que pisaron esos locales dirán: “Gracias por habernos hecho sus clientes durante tantos años, gracias…”.