Un rodaje atropellado, una banda sonora memorable, un elenco de primera y una campaña publicitaria como nunca antes se había hecho fueron los elementos que hicieron de Tiburón una película que hoy es clave en la historia del cine.
Hace 45 años llegaba a la pantalla grande la historia de un escualo de ocho metros que generaba caos en una comunidad. Steven Spielberg fue el encargado de generar suspenso en esta obra que sentó las bases de un nuevo rumbo en la industria cinematográfica de Hollywood.
“Tiburón redefinió el concepto de blockbuster de verano, rompió todos los récords en taquilla –más de 471 millones de dólares en todo el mundo–”, explica Roberto Coria, profesor de la Filmoteca de la UNAM e investigador en literatura y cine fantástico.
“Esta película definió el tipo de producciones destinadas para las grandes masas, aquellas que tenían la finalidad de arrastrar multitudes a las pantallas de cine con el gran aparato mercadotécnico que implica. No podemos entender el éxito actual de las películas de Marvel, aún con todas las distancias temáticas existentes, si no tuviéramos en cuenta que existió esta cinta que ofrecía gran divertimento, emoción y suficiente atractivo para llevar al público a las salas de cine”, define el especialista.
La magia de la cinta, dice Coria, viene en parte por el temor que causa no poder ver a este tiburón que sabemos está constantemente al acecho. “El no saber qué está haciendo tiene una gran capacidad para atemorizarnos”, explica Coria, quien también es asesor literario del Festival de Cine Fantástico y de Terror Mórbido.
Pero esta ausencia no fue a propósito. Es bien conocida la anécdota del rodaje, donde el presupuesto se triplicó hasta llegar a más de siete millones de dólares. En parte por la intención de Steven Spielberg de filmar en mar abierto, lo que desencadenó una serie de problemas que molestaron al equipo de guionistas, a los actores y la producción en general.
Ni hablar de los tiburones que fueron diseñados para la cinta, pues a la hora del rodaje no funcionaron correctamente. Ante esto, Spielberg tuvo que hallar otras formas de narrar la historia donde se pudiera prescindir de la presencia del escualo en pantalla.
“Para los creadores es toda una lección de cinematografía. Funciona perfectamente para ejemplificar cómo los imprevistos pueden ir alterando todo tu plan y se pueden inflar insospechadamente los presupuestos. Es también una enseñanza de cómo estos inconvenientes se convierten en una ventaja, porque Spielberg lo transformó en un beneficio ya que al tiburón no lo vemos mucho en pantalla y eso lo volvió un acierto”.
A pesar de los contratiempos, Tiburón se volvió un éxito inmediato. En parte por la masiva campaña publicitaria que llegó meses antes de su estreno y que se coló mediante anuncios televisivos de la cinta, algo inusual para la época. Para Spielberg, que era apenas su cuarta película como director, se volvió el inicio de una carrera prominente que sigue vigente hasta hoy.
“Steven Spielberg es ahora uno de los grandes titanes de la industria hollywoodense. Definitivamente le abrió las puertas para realizar todo tipo de proyectos. Algunos igualmente lucrativos, pero también de hacer películas más personales acorde a sus deseos en el momento”, refiere Coria.
Tiburón se basó en el libro homónimo de Peter Benchley que publicó en 1974, un año antes del filme. Ganó en 1975 tres premios Oscar: Mejor Edición, Mejor Sonido y Mejor Banda Sonora, porque claro, Tiburón tampoco podría entenderse sin la música de John Williams.
La música, su aliada
Dos notas bastaron para componer un tema que causara tensión y amenaza cada vez que el tiburón aparecía en pantalla. La constancia entre esas notas se convirtió en una de las bandas sonoras más exitosas, la sexta en la lista de la mejores, según el Instituto Americano del Cine.
John Williams fue responsable de este éxito, un experimentado músico que para entonces sumaba 10 nominaciones y un Oscar por su trabajo en Violinista en el tejado. Tiburón le otorgó el segundo de los cinco Premios de la Academia que suma actualmente y al mismo tiempo inició a una nueva tradición musical en el séptimo arte.
“Fue aquí donde empezó esta música temática, esta música de motivos y sumamente recordable”, explica Dan Zlotnik, compositor nominado al Ariel por su obra en La delgada línea amarilla. “Un motivo es un grupo chico de notas, poquitas notas que se repiten de cierta manera y que se vuelven algo fácil de repetir”.
Star Wars, E.T., Indiana Jones o Superman forman parte de esta ola de composiciones que se quedaron marcadas en la memoria del público durante generaciones, todas ellas a cargo de John Williams, ganador del Premio Princesa de Asturias 2020 por sus contribuciones musicales al cine.
“Probablemente desde los años setenta hasta los noventa covirtió la música de cine en grandes melodías y temas. Lo que hizo Williams fueron 20 años de las melodías más hermosas en la historia del cine”, detalla Zlotnik, creador de la banda sonora de cintas como El complot mongol, Solteras, Histeria y las series Monarca y La casa de las flores.
La característica que tenía la música de Tiburón es que Williams rompía con el estilo clásico, mantenía y crecía la tensión sonora a partir de dos notas musicales cercanas que “se mueven a distancia de un semitono, es decir a la distancia mínima entre una y otra”.
Esto genera en el espectador el efecto constante de estar al tanto, nuestra cabeza no recibe el respiro al que está acostumbrado. “Naturalmente, el cuerpo espera que después de una tensión venga un reposo, eso hace la música todo el tiempo. Pero John Williams tomó dos notas y fue generando tensión, tensión y más tensión”.
Aunque la base son dos notas musicales, Dan Zlotnik reconoce que se trata de un trabajo orquestal que se apoya de los sonidos graves. “En el armado de la orquesta tiene más graves de los que suelen usarse: seis bajos, en vez de cuatro, ocho chelos y seis trombones; eso provoca esta cosa que hace retumbar el piso entero”.
Williams ganó el Oscar a mejor banda sonora, su trabajo que sigue causando temor cada vez que se escucha.