Aunque había aficionados que se pusieron la playera auriazul, la mayoría llegaron con los colores rojiblancos, los de casa, pero también surgieron aquellos “madrileños” que portaban la de los verdaderos colchoneros de la capital madrileña. Poco a poco se fueron poblando las rampas de acceso, no la cantidad de aficionados que se observaron en los partido ante Pumas y Monterrey, pero si algo respetable.
Al interior del estadio, en el campo, treinta minutos antes salieron a calentar los dos equipos; se llevó las palmas Héctor Herrera con su número 16, sin quedarse atrás Jan Oblak y Diego Costa, los más aplaudidos. Pelotearon, soltaron los músculos y regresaron a los quince minutos a los vestidores.
Cinco minutos antes de las doce del día regresaron, San Luis de rojiblanco y Madrid de negro. El protocolo no fue tan espectacular como en otras ocasiones, pero si con enormes mantas con frases muy del “cholo” Simeone y del club local: Coraje, Valor y Corazón.
Por fin, el inicio del partido a las 12:06 del día, el balón rodo con el silbatazo del árbitro FIFA César Arturo Ramos, y la afición exclamó y de inmediato se escuchó el San Luis, San Luis.
Pero el clímax se vivió con la anotación de Nico Ibáñez, cuando mandó el balón al fondo de las redes al minuto 11, el bicampeón de goleo del ascenso y ya jugador de los colchoneros le anotó a su equipo.
En los graderíos la cerveza por los aires con la anotación, los gritos y porras a Ibañez retumbaban en el coloso de Valle Dorado, que no se llenó, varios huecos, arriba de 20 mil personas, que disfrutaron de un partido histórico, con los colores que en un principio no se aceptaban y ahora ya son parte del balompié potosino.
Una gran fiesta futbolera rojiblanca que mantuvo atento a todo el país, San Luis Potosí fue el centro de las miradas a través de cientos de pantallas, gracias al proyecto con Atlético de Madrid que ha aterrizado con fuerza en suelo potosino, y que al final se llevó la victoria, dando un golpe de autoridad como hermano mayor.