Hablar de boxeo en nuestro país es tocar uno de los deportes más populares y queridos por los mexicanos que siempre han tenido la imagen de héroes y leyendas arriba de los cuadriláteros; pero San Luis Potosí tiene un ídolo, que no llegó al profesionalismo, pero en el ámbito amateur fue toda una bestia con los puños.
Con un total de 260 peleas de las cuales solo sucumbió en 12, Agustín Zaragoza Reyna se ganó un lugar en la inmortalidad del boxeo de México y de San Luis Potosí, al conquistar la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos que se realizaron en nuestro país en 1968.
Nacido un 18 de agosto de 1941 en la capital potosina, Zaragoza vio una revancha en 1968 para poder hacerse de una medalla olímpica, luego de quedar fuera de Tokio 64 al caer ante Alfonso Ramírez en la eliminatoria nacional.
Aunque la oportunidad de volver a ser parte de la delegación olímpica azteca fue en corto tiempo, el camino no fue sencillo; pese haber sido el mejor peso welter de nuestro país en el periodo 65-68, sucumbió en la final nacional ante el sinaloense José Cabreros, marginándolo nuevamente de los JO meses antes de su comienzo.
Pero pareciera que el destino le tenía guardado algo bueno al púgil tunero de 1.82 mts de estatura; en ese entonces México carecía de un buen peso medio para los Olímpicos del 68, y fue ahí donde buscó la oportunidad que tanto anhelaba.
Respaldado por Eduardo Hay y Josué Suarez, miembros del Comité Organizador de los JO y los coach polacos Enrique Nowala y Casimiro Mazek, Zaragoza tuvo que subir de peso, de estar en 66 kg, tenía que aumentar a 75; tras un estricto régimen alimenticio logró subir a 72.5 kilogramos, suficientes para estar en el selectivo nacional donde arrasó para alcanzar el sueño olímpico.
El 17 de octubre de 1968, una repleta Arena México vio el debut Agustín Zaragoza ante Dinsdale Wright de Jamaica al cual venció 5-0; para avanzar a la siguiente contienda ante el campeón europeo, originario de Checoslovaquia, Jan Heiduk.
El potosino chocaba ante un rival de 1.91 mts, nueve centímetros más alto que él; Zaragoza aprovechó el boxeo en corto para evitar la distancia y verse afectado por la diferencia de estatura; estrategia funcionó, pues salió con los brazos en alto con un contundente 4-1, lo que fue un triunfo de escándalo a nivel mundial y de paso asegurar una presea para México.
Pero la realidad golpeo en seco a Agustín el 24 de octubre; en la semifinal se midió ante un complicado ruso Alexei Kiselev; quien poseía una poderosa zurda que mandó a la lona al potosino apenas en el primer asalto, obligando a Nowara y Mazek a arrojar la toalla a la lona, obligando a Zaragoza a conformase con la medalla de bronce para México.
El espíritu guerrero de Agustín Zaragoza no lo dejó claudicar y fue en busca de la medalla dorada para Múnich 72. Después de conseguir victorias por todos lados, su primer fracaso lo vivió en los Panamericanos de Cali 71, al caer 3-1 ante el estadounidense Larry Otis, para de nuevo quedarse con el bronce.
Con 31 años de edad, logró vencer a todos los medianos a lo largo de 1972 y asegurar su boleto a los JO; pero este sueño se vio truncado por Sergio Zaldívar, que en este entonces fungía como titular de la Federación Mexicana de Boxeo Amateur, bajando al potosino del avión y darle su lugar a Luis Espinosa, un joven en ascenso que sucumbió en el primer combate.
Fue ahí donde terminó la carrera de Agustín Zaragoza Reyna; su siguiente paso fue ejercer como entrenador de boxeo, ejercicio que ya practicaba desde 1970 como instructor en el ISSSTE; en 1981 recibió el carnet como réferi internacional, que le otorgó la oportunidad de ser el tercero en la superficie en los Jugos Olímpicos de Seúl 88, donde tuvo una gran actuación.