El pasado viernes 20 de noviembre dejó este mundo el marchista olímpico Ernesto Canto Gudiño, víctima de cáncer en el hígado y en páncreas, dejando un hueco enorme en el deporte de nuestro país.
El que fue considerado como el mejor marchista de la década de los 80’s, nació un 18 de octubre de 1958 en la Ciudad de México, ahí iniciaba una vida que a la postre brillaría por sus grandes logros dentro de la marcha mexicana, la cual pudo coronar con la medalla de oro en los 20 kilómetros de marcha de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1984.
Pero pocos saben que su pasado tiene raíces potosinas; ya que su padre, Don Ernesto Canto Velázquez, es originario de San Ciro de Acosta; lugar donde pasó gran parte de su infancia el gran marchista mexicano.
Fue ahí donde Canto conoció el deporte e inició sus primeros pasos de una vida exitosa dentro del deporte nacional y mundial, que lo llevaron a ser una de las más grandes glorias del olimpismo nacional.
Fue un 24 de junio de 1989 cuando Ernesto Canto volvió a la tierra de su padre, y lo hizo para colocar la primera piedra que la unidad deportiva que lleva su nombre, esto con eventos deportivos y conferencias deportivas, y que en el 2015 fue restaurada para el servicio de esta localidad.
Cabe señalar que Canto es, junto a María del Rosario Espinoza de taekwondo, los únicos dos deportistas de nuestro país que se han coronado como campeones de todas las competencias que comprenden el ciclo olímpico que son Centroamericanos, Panamericanos, Mundial y Juegos Olímpicos.