Creatividad y disciplina: Julio, interpreta icónicas personalidades como "El Catrín", "El Ferrocarrilero", "El Revolucionario", "El Vaquero" "El Soldado" y un fotógrafo de época
En el Centro Histórico de la capital, un hombre personifica en vestidura, porte y carácter a personajes y grandes figuras del imaginario de la entidad. Se trata de Julio César Barbosa, originario del Distrito Federal y de 44 años de edad, quien desde hace 11 años se dedica al arte performático callejero, y quien con toda la creatividad y disciplina que posee ha sabido mantener vigente su oficio de estatua viviente.
Este gran artista e imitador cuenta para El Sol de San Luis, cómo fue que decidió dedicarse a este arte callejero, pero sobre todo comparte sus experiencias y vivencias, que como toda una estatua se han quedado inamovibles en su memoria.
“Quise dedicarme a este arte en primer lugar porque me gusta y por otro lado por necesidad, desde hace más de una década este trabajo me ha permitido salir adelante y mantener a mi familia”, refirió Julio.
Antes de llegar a su lugar de trabajo, Julio se prepara en casa, elige el personaje del día, se viste y maquilla. Su ropa que ya es una indumentaria bien preparada, siempre está lista para usarse, sólo se toma un total de 20 a 30 minutos para pintar su rostro y manos.
El negro es la base de todo como un lienzo, Julio comienza a darse esos toques distintivos que las esculturas en bronce poseen, pinta con sapiencia el óxido que va apareciendo como vestigio del tiempo transcurrido sobre su rostro.
Julio quien es esposo y también padre de dos hijos, llega en punto de las 11 de la mañana a la muy conocida Plaza de Armas, donde rutinariamente se prepara para personificar a icónicas personalidades como “El catrín”, “El ferrocarrilero”, “El revolucionario, “El vaquero” “El soldado” y un fotógrafo de época.
A lo lejos se percibe con notoriedad su dificultad al caminar, tal vez por el vestuario que es pesado por los litros de pintura que lo envuelven. Antes de comenzar saluda sonriente a sus compañeros, a sus amigos los boleadores de zapatos, quienes le cuidan sus cosas para que él sin preocupación pueda mantenerse inmóvil, -como toda una estatua real-, y así dar comienzo a su trabajo.
“Pueden pasar horas y tal vez no llegue ninguna persona a pedirme foto o un mensaje de la suerte. Con la contingencia ha bajado la clientela, no hay turismo y son pocas las personas que visitan el centro y se dan tiempo de pedirme un retrato. Esta situación ha sido difícil, para mí y para quienes se dedican a esto”, expresó Julio, mientras buscaba la pose adecuada para comenzar su trabajo.
Hoy día Julio puede llegar a juntar menos del salario mínimo, dinero que recibe de la gente que lo visita, pero para él eso ya es algo de ganancia, a pesar de que permanece unas 9 horas al día casi sin moverse.
Pero algo es seguro: su amor por personificar estas figuras es inmensa y aunque no es mucho la retribución económica que le deja es un oficio que ama.
“Me gusta mucho dedicarme a esto. Ser una estatua viviente no es fácil, me mantengo inmóvil representando mi rol hasta que llega alguien a dejar una moneda. Además de eso, personificar y elaborar a detalle el vestuario es algo arduo y con cierto grado de complejidad. En Europa hay artistas de teatro que se dedican a este tipo de performance y tratar de llegar a igualarlos o estar a su nivel es una de mis metas”.
Entre sus personajes el más famoso y el que más buscan los visitantes es el de “El Ferrocarrilero”, y también el muy conocido “Señor de las palomas”, “El del ferrocarrilero es famoso por la historia de los ferrocarriles de México, y al “Señor de las Palomas”, también lo he elaborado, nada más que sin las palomas, ese también gustó por mucho tiempo”, señaló julio.
Por azares del destino, Julio decidió ser una estatua viviente, sí, por necesidad, pero también por su pasión al arte teatral callejero. “Yo vendía rosas aquí en el centro, la verdad no me alcanzaba ni para el gasto, pero descubrí este arte, me gustó mucho y lo empecé a desarrollar”.
También la calidad humana de los potosinos y la tranquilidad de la capital lo cautivó para desarrollar este oficio, pues al ser nativo de una de las ciudades con más movimiento y caos urbano, San Luis Potosí le ha brindado lo necesario para subsistir.
“Me gusta San Luis y su gente, pero sobre todo la tranquilidad. A pesar de que hay hechos violentos todos los días, nada se compara con la gran ciudad. La gente de aquí es muy amable, pero sobretodo la de provincia, tal vez algunos no lo noten, pero para quienes venimos de fuera es evidente. Las personas de la capital sólo son un poquito cerradas, pero no más”.
Te puede interesar esta nota: "Ambudog" ha brindado atención a 5 mil mascotas este año
La personas que más le solicitan fotografías son los turistas de EUA, que vienen a la Capital, “Vienen muchas personas de Los Ángeles, CA., la mayoría viene al Estado para conocer de su arquitectura, pero también para tomarse fotos con las estatuas y conmigo, esa es mi mayor gratificación que las personas reconozcan mi labor, mi trabajo”.
Por último Julio reflexiona acerca de los retos que ha enfrentado debido a este oficio tan honesto y bello, mismo que le ha brindado grandes momentos tanto a turistas, como a los potosinos, quienes ya lo consideran parte del baluarte cultural de la entidad. “La complejidad más grande es poder personificar a estas figuras icónicas de la ciudad, que la gente sepa quién soy y a quien interpreto. También el poder emular la creatividad de grandes artistas de primer nivel, soy feliz con mi labor y lo que hago, y se nota que a la gente le gusta y lo valora”.
Leer más temas de El Sol de San Luis