Celebramos a todos los que han subido a los altares o fueron ya canonizados
En Oriente consta que ya se celebraba una fiesta en honor de todos los santos desde 359
El Papa Gregorio VII la unificó en el primero de noviembre, fecha para las cosechas ya se habían recogido en el territorio romano
El Día de Todos los Santos es una solemnidad cristiana que tiene lugar el 1 de noviembre para las iglesias católicas. No se debe confundir con la Conmemoración de los Fieles Difuntos.
En este día la Iglesia celebra fiesta solemne por todos los difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Por eso es el día de “Todos los Santos”.
No se festeja sólo en honor a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados y por los que la Iglesia celebra en un día especial del año; se celebra también en honor a todos los que no están canonizados pero viven ya en la presencia de Dios en su Iglesia triunfante porque vivieron el Evangelio de Cristo Jesús y obedecieron sus Mandamientos .
Es frecuente que este día las grandes catedrales exhiban las reliquias de los santos.
Precepto
Aunque no siempre ha sido así las iglesias orientales no la cuentan entre sus dieciséis fiestas mayores el Día de Todos los Santos es fiesta de precepto. La solemnidad se observa con rito de primera clase en toda la Iglesia latina el primer día de noviembre. Hay obligación de asistir a misa y no trabajar. Va precedida de una vigilia, se debe observar abstinencia y ayuno.
En su concepción católica, el objeto de la fiesta es honrar a todos los moradores del Cielo, incluyendo la Santísima Trinidad, la Virgen, los Arcángeles y Ángeles, las diversas categorías de justos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y a los santos, incluyendo los que no han sido canonizados.
Historia
La Iglesia primitiva acostumbraba a celebrar el aniversario de la muerte de un mártir en el lugar del martirio. Los grupos de mártires morían el mismo día, lo cual condujo naturalmente a una celebración común. En la persecución de Diocleciano, el número de mártires llegó a ser tan grande, que no se podía separar un día para asignársele. Pero la Iglesia, creyendo que cada mártir debía ser venerado, señaló un día en común para todos. En Oriente consta que ya se celebraba una fiesta en honor de todos los santos desde 359.
Por otra parte, el Pontífice Gregorio III (731-741) consagró una capilla en el Vaticano para dar culto a los santos que antes eran honrados en los cementerios y catacumbas que había quedado en desuso. Dicho oratorio se dedicó «al Salvador, a Santa María, a los Apóstoles, a los mártires, a los confesores y todas las almas justas», e hizo que un coro de monjes rezase todos los días un Oficio suplementario en honor de los santos cuyo natalicio fuese cada día.
El Papa Gregorio VII la unificó en el primero de noviembre, fecha para las cosechas ya se habían recogido en el territorio romano, porque las celebraciones anteriormente eran el 13 de mayo -aniversario de la consagración de Santa María ad Martyres- fecha en la que los víveres eran escasos en Roma y las multitudes que peregrinaban para los actos eran ya muy considerables.
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