Jason ha decidido abandonar a Medea para casarse con la hija del rey. Por órdenes del monarca y como extranjera que es, la ex conyugue debe abandonar el territorio. Medea despierta de un sueño terrible en el que mató a sus hijos. Sin saber si fue cierto o no, ella se hunde en un mundo de locura, rabia, abandono y exilio en el que es la única que lucha contra la injusticia que se ejerce en su contra. Sola, sin futuro ni amor, desde Medealand se convulsiona entre sus recuerdos y el presente abominable que ahora la deporta.
Basada en el clásico griego de Eurípides, Medealand, escrita por Sara Stridsberg y dirigida por Esther André González, se aleja de la lectura de la protagonista asesina de sus hijos para vengarse del abandono del esposo. Es, entonces, una crítica al sistema patriarcal en donde el amor se convierte en un acto de terrorismo y resistencia contra lo establecido.
“La historia es una crítica al patriarcado donde se exige de las mujeres que sean buenas madres y pasen sobre ellas mismas para guardar a sus hijos, pero sin derechos ni el cuidado. Una madre sola sin patria y sin trabajo”, explica André González.
Y es que desde otra lectura, el asesinato de los niños en realidad no pesa sólo sobre los hombros de Medea, sino también en los de la sociedad que la deja sin derechos, sin patria, ni futuro y a su suerte, completamente perturbada por la injusticia que vive.
“Lo que es muy interesante tanto con Eurípides y con Sara más, es que el responsable de ese asesinato no es nada más Medea, es toda una sociedad enferma, todo un sistema patriarcal en el que se va dejando porque además sigue sucediendo. La obra habla mucho de eso, de una sociedad muy moralizadora, muy exigente de lo que debe o no ser una mujer y hasta donde sí y dónde no. Cuando empieza la obra, lo que le dice su madre: tienes que aprender a bajar la cabeza, nadie se salva de eso”.
Medea desafía al sistema por amor y porque lo quiere todo. Su amor es una granada capaz de reventarlo todo en aras de obtener justicia, una justicia que no llega más que de su propia mano.
“Ella exige que le devuelvan la vida de antes y sino, quiere corazón por corazón, sexo femenino por sexo masculino y que le duela tanto como a mí lo que me hizo y eso por una cuestión de justicia. Ella es muy exigente y la gente que exige, aunque pierde, le da mucho miedo al sistema. Ella dice, mi amor es un acto terrorista. Su amor es una granada, una bomba. Es desafiante porque ella lo quiere todo”.
Y aunque pareciera que la obra se cetra en la tragedia conectada por el abandono y la venganza, Medealand es una obra que explota en el tema del amor como fuerza de cambio, regeneración, conexión y restructuración social. Así este monólogo que la protagonista repite en escena como exigencia a los oídos sordos de la sociedad que la margina:
El amor es gas carbónico en la sangre. El amor es un castigo. En el futuro nadie amará. El amor será suprimido, será considerado como una barbarie incomprensible y antidemocrática del pasado. En el futuro, a los enamorados se nos tratará como pobres locos y se burlarán de nosotros.
La directora de la puesta en escena abunda sobre el tema: “el amor es poder inmenso es apostarles a valores de una fuerza y de una confianza radical. Ella dice en un momento dado: para que sirve el amor si no va a durar para siempre. Así ella apostó, abandono familia, abandono país; en la tradición griega ella mata a los enemigos de Jason y lo ayuda a volverse un héroe, ella hace todos los actos heroicos y él, por la misma lógica del patriarcado, es el que recupera todos los bravos de la gloria.
“Ella considera que no es una cuestión de casarse y fregarse sino que, --ella es una radical--, dice: si tu apuestas tu amor es para la vida, es para siempre, hasta después de la muerte, porque es como el antídoto a la locura que vive. Medea es una persona que tiene muchas contradicciones pero que considera que el amor es un estandarte por el cual ella está dispuesta a todo, a todo. Amor y justicia”.
Por otro lado, André González advierte que el mismo sistema patriarcal somete también al género masculino, “en una lógica patriarcal, parecería que Jason es quien ha abusado y le va super bien, pero finalmente tampoco es feliz, tiene como una especie de deber ser, llegar a la cúspide de ser el macho alfa. Tampoco se la vive tan bien”.
Medealand es una producción de Teatro UNAM y se presenta en el Foro Sor Juan Inés de la Cruz hasta el 1 de julio en el Centro Cultural Universitario en Insurgentes Sur 3000, en CDMX de miércoles a domingo.