El seguimiento evangélico no es una conquista ni tampoco un proyecto propio prefabricado, sino que es una sorpresa que tiene origen en la elección inmerecida por parte del Señor. Así se llega a ser “como Él”. El padre Moisés en sus escritos nos dice:
«Desde antes de nuestra existencia, después y cuando vayamos acabando, todo en nuestra vida son obras del amor divino. Es Él quien nos ha elegido: “Yo os elegí, dice Jesús”. Después de algún tiempo palpamos y nos damos cuenta que no somos nosotros quienes lo elegimos, sino que es Él quien nos ha elegido para seguir una vocación espiritual».
Dios llamó a Moisés de un pueblo humilde, de una familia sencilla. En su proceso vocacional descubren en él: capacidad intelectual, sencillez, amor a la Eucaristía y al apostolado, signos que garantizan una buena vocación.
Ingresó al Seminario Palafoxiano de Puebla como alumno externo. En 1914 conoce al padre Félix de Jesús Rougier, sacerdote Marista, de origen francés con largo historial misionero en Hispano América, busca vocaciones para fundar la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, con la ayuda y apoyo de monseñor Ibarra, Obispo de Puebla, llegó al Seminario de Puebla el 25 de agosto para promover vocaciones. Les habló acerca de la vida religiosa e invitó a ingresar a ella, como nadie levantaba la mano, Moisés la levantó pensando: “¡Qué pocos hombres!” El padre Félix habló en privado con él y le preguntó si deberás quería irse con él, le dijo que siguiera madurando la idea.
Se llegó el día y Moisés se fue a la Ciudad de México con él, ingresó el 25 de diciembre de 1914. A puerta cerrada debido a la persecución religiosa, se llevó a cabo la ceremonia de fundación con pocos invitados, presidió Mons. Ibarra y declaró en ese momento abierto canónicamente el noviciado de los Misioneros del Espíritu Santo, siendo Moisés el primer novicio de la congregación. De esta manera inició su aventura en esta vocación que ha sido solo de fe.
¡Qué misterios del amor de Dios al hombre! Escribe el padre Moisés en su Diario Espiritual: «Hace 11 años y algunos meses, oí en el silencio de una meditación, en los primeros ejercicios de mi vida, un “Venid”, lo oí, lo percibí bien, pero no alcanzaba a comprender ni aún algo el incomparable favor, dije en mis adentros, “seré de Dios y mi vida la emplearé en el estado más perfecto, ¡cuántas cosas han pasado!”.
No cabe duda que el lenguaje que usa el padre Moisés es el de los verdaderos “amigos” de Cristo, que lo ama con “Pasión”, escribe Mons. Juan Esquerda Bifet.
El padre Moisés nos comparte: “En medio de todo, una voz me decía: Es más grande poseer a Dios. Aunque no tengamos nada, poseyendo a Dios tenemos todos los tesoros, Dios es el dueño de todo”. Ahora la Iglesia al beatificarlo lo elevará a los altares, beato Moisés Lira Serafín, Apóstol del Amor al Padre.