María Socorro Pérez Coss y León, mcmi.
Art. 916
Doña Petrita, bienhechora de Moisés, tenía una casa de campo en Huejotzingo, y allá iba a pasar las vacaciones el P. Sedeño y demás Padres Filipenses, Moisés iba también. Nos dijo en su testimonio la señora Aurora Munive de Meza, de Puebla: “Para las fiestas escolares de fin de año, eran Doña Petrita y el P. Sedeño quienes entregaban los premios y calificaciones a las alumnas. Moisés asistía también a estas fiestas del Colegio en Huejotzingo, bien vestido de traje, como lo tenía Doña Petrita para mandarlo al Seminario, porque así tenía que ser.”
El 4 de enero de 1912, terminaron las vacaciones anuales y Moisés regresa a los estudios, al segundo año de Latín. El 6 de enero hubo como siempre Ejercicios Espirituales en el Seminario para empezar el Curso. Para los alumnos externos, entre ellos Moisés, los Ejercicios fueron en la Casa de Ejercicios de la Concordia. El predicador fue diferente, el P. Jesús Camacho, S. J. El ambiente fue el mismo que en el Seminario, pues los Ejercicios fueron igualmente de encierro y a estudiantes del mismo Seminario.
"Después de los Ejercicios Espirituales del comienzo del año escolar, el 15 de enero tuvo lugar la apertura del curso con una Misa Solemne. El 19 de marzo - Los Latinos celebraron la tradicional fiesta de su Patrono, San José: Misa cantada en la que se dio gusto su orfeón y por tanto Moisés que ponía toda su fe y su corazón al alabar al Señor. Moisés poseía una voz preciosa, era todo un tenor.
Mayo 31 - La Congregación Mariana cerró el mes solemnemente. El orfeón estrenó la Salve a cuatro voces que nos llenó - dice el Cronista - de recogimiento y de encanto. La Cuadrilla Infantil honró a María con una vistosa corrida de toros.
A propósito de toros, viene al caso citar aquí una anécdota que tuvo lugar muchos años después, que narró nuestro biografiado siendo ya sacerdote y religioso maduro, y que comprueba la rectitud de conciencia que lo distinguía:
“Parece mentira, pero desde niño no me gustaba la mentira. Cuando ahora ya de viejo, hago alguna cosa, no estoy tranquilo hasta que lo saben los Superiores: Me gustaban los toros, los oía por radio; nunca había ido a los toros y en una ocasión me invitó el P. Capellán de la Plaza de Toros de México, me ofreció regalarme dos boletos para mí y otro Padre, en Sombra, muy cómodamente. Fui a los toros, pero me daba remordimiento, pensaba: no se lo he dicho a mi P. Superior, aunque no es malo. Había resuelto: Voy, y después lo digo. Y me quedé tranquilo. Sin embargo, me venía al pensamiento ¿y si no le parece? Por fin me fui a los toros, pero con esta penita: ¿Si me ven aquí? soy muy conocido en México y estaba con la pena de no haberle dicho al Superior. No me quedé tranquilo, al salir de los toros me fui a ver a mi P. General y le expliqué. El Padre me dijo: No es malo, pero no dé mal ejemplo a los Padres y ya no tuve ninguna dificultad”.