Art. 930
Después del gozo hace poco más de un mes de la beatificación de Moisés Lira Serafín, se comienza a escribir otra historia, en los medios de comunicación y redes sociales, fue un acontecimiento de un hombre del pasado hoy muy vivo en los corazones de los mexicanos y en el de los católicos de todo el mundo, cuando el Papa Francisco habló en la plaza de San Pedro un día después donde resaltaba la vida virtuosa de este mexicano consagrado a Dios Padre.
Ahí se comenzaron a escribir nuevos apartados de este hombre ejemplar en su historia, donde deja un legado lleno de espiritualidad, de obras buenas como la educación para las nuevas generaciones, salud para quienes se encuentran en estado vulnerable, y las misiones a través de las religiosas y su entrega a una vida de santidad.
Para llegar a esta etapa de beatificación hubo un gran argumento en su existencia, los acontecimientos importantes que él vivió: “El P. Félix Rougier, lleno de confianza en Dios, ponía los medios para hacer la fundación de los Misioneros del Espíritu Santo, buscando vocaciones a pesar de las circunstancias adversas de la época y del país”.
Dios, en su Divina Providencia, fue preparando desde niño al que había de ser su primer novicio, rodeándolo de personas que influyeran en su formación de acuerdo al espíritu que más tarde habría de vivir como Misionero del Espíritu Santo y al carisma que posteriormente habría de concederle como fundador de un instituto femenino.
Privado del amor materno a tan temprana edad, tuvo una imagen viva del Padre de los Cielos en su papá que lo ama con ternura y lo lleva siempre consigo; junto con él pasa su infancia al lado del Sr. Cura Don Fco. Javier Hernández, hombre enérgico, estricto en el cumplimiento del deber y a quien Moisés acompaña frecuentemente en el cuidado pastoral de sus feligreses en los ranchos.
En la crisis de rebeldía que sufrió en su adolescencia, Dios puso en su camino a la M. Victoria Ortega que le enseñó a no tomar una determinación sin antes orar, pensar y consultar, resolución que tomó entonces y que recordaba haber cumplido siempre.
Después vive con su protectora que fue para él su segunda madre, Doña Petra Munive, mujer prudente, piadosa y caritativa, pero, vive también a la sombra del Superior de los Filipenses, el P. Vicente Sedeño, hombre de oración, gran director de almas, durante seis años, desde 1909 que llegó Moisés a Puebla a la edad de quince años, hasta 1914 que se fue a México con el P. Félix Rougier, a los veinte años, todo el período de transición de su adolescencia, incluyendo los primeros años de su juventud.
Siempre Dios, lo guio y le fue poniendo a las personas idóneas para cimentar su vida religiosa, y hoy está en los altares por su ejemplo de vida, que hoy nos invita a seguir, al beato Moisés Lira Serafín, un ejercito de gente hoy riega por los campos fértiles la vida de este hombre de Dios.