Si bien es cierto que Moisés ingresó al Seminario de Puebla, también es cierto que con el tiempo empezó a tener inquietudes por la vida religiosa. En la fundación de los Misioneros del Espíritu Santo, el P. Félix Rougier escribe en el expediente de Moisés: “Desde unos Ejercicios que dio el P. Jesús Camacho, S.J. en la Concordia (para estudiantes), se resolvió a la vida religiosa”.
Dejemos hablar al padre Moisés quien nos narra con su acostumbrada sencillez esa vocación a la vida religiosa, nos dice:
En 1913 “Nuestro Señor me cogió de los cabellos porque hice los primeros ejercicios de mi vida. Ejercicios tan lindos, no sé si habré hecho otros igual en mi vida. Ahí me cogió Nuestro Señor. Los dio el P. Camacho, Jesuita. El principio y fundamento, lo recuerdo, fueron los dolores de Jesucristo. Me impresionó lo que Jesús sufrió.
"Nos decía el P. Miguel: "Todo lo que ha sufrido Jesús por ustedes." Y yo, con el pensamiento, veía a Jesús azotado, caído en su propia sangre. Me puso loco esto. Me decía yo: "Eso es lo que Jesús ha hecho por mí y yo, ¿qué hago por Él?”.
Un día fui a ver al P. Camacho y le dije: “¿Qué más puedo hacer yo para ser mejor, por pagarle a Nuestro Señor?” Me contestó: “Ahí en el Seminario, puedes darle todo”. Pero, yo insistía y me dijo: “Hay otro estado en el que se puede darle todavía más a Jesús y es ser sacerdote y religioso a la vez, es lo más que puedes darle a Jesús”.
Entonces salí resuelto a hacerme sacerdote religioso porque era lo más que podía hacer por Nuestro Señor. He tenido siempre, que resolución que tomo, la llevo a cabo, y cuando llegó el momento de irme de religioso, me dijo Petrita: “No te vas”, “Me voy”, dije para mis adentros, “me voy a donde le dé a Jesús todo lo más que puedo darle, que es en la vida religiosa”.
Vi en los Ejercicios que la vida que debía vivir era esa vida de orden. Salí llorando de emoción, porque esa vida de silencio, de orden, me caía bien. Cuando era yo chiquillo me trajeron a México. Ya quería yo ser religioso. Me enseñaron las casas, los automóviles, las riquezas que podía yo tener siguiendo una buena profesión. En medio de todo, una voz me decía: Es más grande poseer a Dios...
Empecé a ir noche con noche al Sagrario. Cuando los Padres cenaban, como se retardaban mucho de sobremesa, yo, a tientas, bajaba a la Iglesia, llegaba hasta la capilla y le decía a Jesús: Llévame más cerca de Ti. Ya me sentía religioso, desprendido del mundo.
Petrita acostumbraba ir a Hujotzingo, a las fiestas del Colegio de las Madres Josefinas. Y yo, durante la fiesta me iba al Sagrario de la Capilla de las Madres, porque ya me sentía fuera del mundo. Pensaba: Ya no debo ir a las fiestas. Una vez me encontró una monja, solo en la oscuridad, y me preguntó: “¿Qué haces?” - Estoy con Nuestro Señor. Y a Él le decía: “No se acuerdan de Ti, yo vengo a acompañarte un poquito”.