/ domingo 11 de agosto de 2024

Un camino hacia Dios | Luchas y triunfos en el seguimiento de su vocación

“Ya desde entonces creo que era santo” », Moisés Lira Serafín, a 34 días de su beatificación

Cristo llama, más no presiona ni limita la libertad del ser humano. A Moisés le costó su vocación. No fue la suya una vocación hecha ya de una sola vez, las pruebas fueron, para él, ocasión de probar su amor al Señor.

Con motivo de los 25 años de su Sacerdocio el padre Moisés platicó: “Una muchacha, a quien quise mucho, no como novia, pero sí me simpatizaba, era bonita y congeniábamos bien. Se había quedado huérfana y Petrita la llevó a su casa. Nos vigilaba mucho: si ella estaba, yo no. Pero, en la mesa comíamos todos juntos: Petrita, su tía, Irene Rojas y yo. Y, ahí estábamos los dos, sólo mirándonos a los ojos. Nos dábamos nuestras escapaditas rápidas, nos cayeron y nos regañaron bastante a los dos. Esto era ya estando yo en el Seminario. Y un día le dije a Irene: “Yo ya me voy. ¿Qué hago con tantas regañadas?” Pero ella me dijo: “No, no se vaya, soy yo la que me voy. Usted siga su carrera sacerdotal”.

En ese mismo año, el P. Moisés agregó: “En el Seminario encontré otros peligros para la vocación con los muchachos mismos. Un compañero, externo como yo, me proponía a su hermana a la salida del Seminario. Me entusiasmaba yo con la muchacha, pero no pasó nada, sólo cierta simpatía”.

Comentó la señora Irene en 1972, 24 años después: “Moisés me quiso bien. Me quería como si hubiera sido de su familia y me consideraba mucho para el trabajo, me ayudaba. Era muy buen muchacho, joven, muy risueño, travieso, pero sin grosería, al contrario, muy bueno. Ya desde entonces creo que era santo”.

Interrumpimos a Irene en su relato preguntándole acerca de una flor que le dio a Moisés cuando era acólito en la Parroquia de Huejotzingo, expresó con sencillez:

“En cuanto a la flor que dijo el P. Moisés que una chica le dio en Misa en Huejotzingo, sucedió que como la gente lleva flores a los santos, yo creo se cayó y como nos habían enseñado que no es bueno cogerse nada, menos en la Iglesia, pienso ahora, que vi la flor tirada e ingenuamente se la di. Él ya ha de estar en el cielo pidiendo por nosotros. A veces lo invoco y le digo: “Quiero ser santa, intercede por mí al Señor, muchas casadas han llegado a santas”.

Por otro lado, en 1912 y 1913, la situación política que reinaba en el país era de efervescencia militar, lo cual volvió a despertar en Moisés los sentimientos patrios. He aquí sus palabras: “Encontrando una convocatoria en la que instaban para el Servicio Militar. Leyéndola en la esquina de la casa, me tentó mucho.” Pero Moisés había percibido el incomparable atractivo de Cristo, oyó su insistente llamado a seguirlo más de cerca.

Dotado por Dios de una gran fe, en la humildad y sencillez de su corazón, superó estas pruebas de la vida, valoró nuevamente su vocación afirmándose en la misma y acercándose cada vez más a su fin último, Dios.

“Ya desde entonces creo que era santo” », Moisés Lira Serafín, a 34 días de su beatificación

Cristo llama, más no presiona ni limita la libertad del ser humano. A Moisés le costó su vocación. No fue la suya una vocación hecha ya de una sola vez, las pruebas fueron, para él, ocasión de probar su amor al Señor.

Con motivo de los 25 años de su Sacerdocio el padre Moisés platicó: “Una muchacha, a quien quise mucho, no como novia, pero sí me simpatizaba, era bonita y congeniábamos bien. Se había quedado huérfana y Petrita la llevó a su casa. Nos vigilaba mucho: si ella estaba, yo no. Pero, en la mesa comíamos todos juntos: Petrita, su tía, Irene Rojas y yo. Y, ahí estábamos los dos, sólo mirándonos a los ojos. Nos dábamos nuestras escapaditas rápidas, nos cayeron y nos regañaron bastante a los dos. Esto era ya estando yo en el Seminario. Y un día le dije a Irene: “Yo ya me voy. ¿Qué hago con tantas regañadas?” Pero ella me dijo: “No, no se vaya, soy yo la que me voy. Usted siga su carrera sacerdotal”.

En ese mismo año, el P. Moisés agregó: “En el Seminario encontré otros peligros para la vocación con los muchachos mismos. Un compañero, externo como yo, me proponía a su hermana a la salida del Seminario. Me entusiasmaba yo con la muchacha, pero no pasó nada, sólo cierta simpatía”.

Comentó la señora Irene en 1972, 24 años después: “Moisés me quiso bien. Me quería como si hubiera sido de su familia y me consideraba mucho para el trabajo, me ayudaba. Era muy buen muchacho, joven, muy risueño, travieso, pero sin grosería, al contrario, muy bueno. Ya desde entonces creo que era santo”.

Interrumpimos a Irene en su relato preguntándole acerca de una flor que le dio a Moisés cuando era acólito en la Parroquia de Huejotzingo, expresó con sencillez:

“En cuanto a la flor que dijo el P. Moisés que una chica le dio en Misa en Huejotzingo, sucedió que como la gente lleva flores a los santos, yo creo se cayó y como nos habían enseñado que no es bueno cogerse nada, menos en la Iglesia, pienso ahora, que vi la flor tirada e ingenuamente se la di. Él ya ha de estar en el cielo pidiendo por nosotros. A veces lo invoco y le digo: “Quiero ser santa, intercede por mí al Señor, muchas casadas han llegado a santas”.

Por otro lado, en 1912 y 1913, la situación política que reinaba en el país era de efervescencia militar, lo cual volvió a despertar en Moisés los sentimientos patrios. He aquí sus palabras: “Encontrando una convocatoria en la que instaban para el Servicio Militar. Leyéndola en la esquina de la casa, me tentó mucho.” Pero Moisés había percibido el incomparable atractivo de Cristo, oyó su insistente llamado a seguirlo más de cerca.

Dotado por Dios de una gran fe, en la humildad y sencillez de su corazón, superó estas pruebas de la vida, valoró nuevamente su vocación afirmándose en la misma y acercándose cada vez más a su fin último, Dios.