«Unidos a Dios saldremos adelante»
Moisés Lira Serafín, Art. 718
Estamos viviendo momentos inéditos en México y en el mundo, que nos ponen a prueba, donde la resistencia emocional y física, pero sobre todo, la fe que alimenta el espíritu, nos permitirán estar alertas y hacer los virajes necesarios para retomar el rumbo y comenzar a construir nuestro camino, con nuevas modalidades. Estamos aboyados, sí, pero no tirados, solos no podemos, debemos hacer equipo como una gran nación.
El padre Moisés Lira Serafín nos comparte hoy palabras de aliento a través de su propia experiencia al compartir por escrito su sentir con el padre J. Guadalupe Treviño:
“Por nosotros mismos nada podemos, veo mi impotencia y mi miseria, qué cierto es lo que usted me dijo… que no era yo para vida activa, sino para la contemplativa, ser niño, vivir siempre en los brazos de Dios”.
En estos tiempos difíciles, el “Apóstol de la bondad” nos invita a entregarnos a Dios, a dejar en sus manos todo lo que nos distrae, toda la carga emocional, el llanto, la frustración, el dolor, para que Él haga su obra y podamos salir adelante dejándonos amar, abandonados en el Señor con humildad y sencillez de niños, muy unidos a él: “Oh sí, Dios mío úneme fuertemente y para siempre contigo, tú ves mi voluntad, ves mi miseria y con todo eso me doy…oh sí, me doy a ti. Prometo y no cumplo, digo y no obro, pero no me desaliento, eso me hace hacerme pequeñito”, y por tanto muy amado.
En las circunstancias adversas siempre abra un camino de luz, si vamos de la mano del Señor y le permitimos que se haga su voluntad, así fue como el padre Moisés se dejó guiar por Dios, sabiéndose también hijo amado de la Virgen Santa, decía: “Amar a María con locura, con entusiasmo”.
El padre Moisés deja muy clara la visión: trabajar en la vida interior, donde debemos emular estas acciones, dejar de preocuparnos y mejor ocuparnos alimentando nuestro corazón con Jesús, entregando estos sacrificios que por la pandemia y la crisis económica mucha gente está padeciendo y sufriendo.
Debemos quitar los obstáculos para tener un verdadero encuentro con Jesús, el primero dejar la ligereza, es decir, no posesionarse de uno mismo, salirse a otras cosas exteriores; el segundo no multiplicar las oraciones vocales, excepto el rosario que es meditación, porque al fin decaemos y tercer obstáculo y quizás el principal es una especie de molicie, de comodidad, de falta de mortificación. En donde no hay mortificación no hay oración, no hay vida espiritual y para salir de todas estas tribulaciones debemos enriquecer el corazón y fortalecer nuestra vida espiritual para así resistir estos embates de la vida.
El “Apóstol de la bondad”, un hombre del pasado hoy vivo en el presente, nos invita a unirnos a nuestro Señor y a María para que juntos salgamos victoriosos de estos momentos cruciales.