Miguel Bañuelos Díaz
Moisés decidió ser sacerdote e ingresó al Seminario el 4 de enero de 1911. El día 7 hubo Ejercicios Espirituales que predicó el P. Gustavo Heredia, S.J. a los seminaristas del Seminario Mayor y el día 16, apertura del Curso con Misa al Espíritu Santo.
En el Curso del año escolar, los acontecimientos sobresalientes fueron:
El 19 de marzo, veladita en honor de San José. Para Semana Santa hubo tres días de Retiro y se solemnizó el mes de mayo con el Orfeón del Seminario dirigido por el P. Eugenio Manzanedo, deleitándose el joven recién ingresado con el canto y vibrando su corazón en el amor a María, pues la Congregación Mariana celebró con esplendor el último día de mayo.
Los latinillos no olvidaron los sabrosos y nunca despreciados helados con que obsequiaron a su Padre Espiritual y que estrenaron una congeladora, pues la antigua la habían cedido a los Filósofos.
En Pentecostés, por la tarde, consagración solemne de la Arquidiócesis al Espíritu Santo por Mons. Ibarra en Catedral, a cuyo acto asistieron los profesores del Seminario y los seminaristas, así como los niños del Catecismo de la ciudad. Al P. Enrique Sánchez Paredes, Rector del Seminario y Director General de los Catecismos de la Arquidiócesis, tocó leer la fórmula de consagración que todos, sacerdotes, seminaristas, laicos y niños repetían con entusiasmo y piedad, dando después la Bendición Mons. Ibarra. Como preparación hubo con anterioridad en Catedral un Triduo, en el que alternaron el Orfeón del Seminario Mayor y del Seminario Menor.
El seminarista Moisés, que tenía una hermosa y limpia voz de tenor, formó parte del orfeón y participó de todas estas solemnidades del año escolar y con el fervor que lo caracterizaba, se preparó con toda formalidad para este día y ya desde entonces, se consagró solemnemente al Espíritu Santo poniendo en ello toda la sinceridad que tenía en sus relaciones para con Dios y todo el fervor de sus años mozos.
En este, su primer año de Seminario, en el Primer Curso de Latinidad, dio pruebas de ser inteligente y estudioso, en la Solemne Distribución de Premios que tuvo lugar el 7 de marzo de 1912, Moisés mereció ser alabado con amplísimas palabras, Laudatus Verbis Amplissimis.
En su testimonio el padre Pedro Montero, Deán del cabildo de la Catedral de Puebla, dijo. “Casi sólo de vista lo conocí, porque yo estaba en Teología ya. Sí me di cuenta de que era un jovencito humilde, sencillo y juguetón pero dedicado a sus estudios, eso sí. Fue un muchacho bueno, eso sí, prueba de ello es que en 1914 se fue con los Padres del Espíritu Santo.”
Por su parte, expresó el Sr. Cura Bernardino Flores, de Amozoc, Puebla: “Recuerdo haber visto en el Seminario de Puebla al joven Moisés hablando con entusiasmo de las matemáticas con sus compañeros. Me llamó la atención, como un joven edificante y lleno de gozo.”