/ domingo 17 de marzo de 2024

Un camino hacia Dios | « Sólidas bases espirituales tuvieron el lugar de origen de Moisés Lira Serafín »

Oscar Segura Rodríguez

Los entornos e influencias ideológicas y religiosas han permitido en nuestro país cambios profundos, buenos o malos, sin embargo, la gente se acopla o asume el rol. El próximo beato Moisés Lira Serafín, del cual México debe sentirse orgulloso, también tuvo escenarios que influyeron en el comportamiento social de su época y que seguramente fueron inspiración en su espiritualidad.

Sí, este 14 de septiembre nuestro país estará alegre y muy orgulloso de aportar al mundo un nuevo beato, el Apóstol de la bondad, Moisés Lira Serafín un hombre que tuvo una vida de santidad. Su querido lugar de origen tuvo escenarios históricos y su evangelización muy importante, hablaremos del pasado de Zacatlán.

Después de la toma de Tenoxtitlán por los españoles en 1519, los mexicanos quedaron bajo el yugo de la esclavitud: sin libertad y sin derechos, despojados de sus propiedades y con la vida en un hilo. Hernán Cortés premió al Capitán Antonio de Carbajal con la encomienda de esta vasta región de Zacatlán.

Así pasaron varios años hasta que, en 1550, los Franciscanos de Tlaxcala llegan a Zacatlán a bautizar y a iniciar la evangelización de los nativos. En 1555, se vio la necesidad de formalizar la vida espiritual de los naturales de Zacatlán, por ello llegaron de planta los franciscanos.

En 1560, miembros de la Orden de Frailes Menores delinearon parte de la ciudad actual. Dejaron espacio suficiente para su templo, claustros, dormitorios, escuela y huerta, la cual fue un vivero que surtió de plantas a las personas que formaron las huertas primitivas de este lugar.

En 1562, se dio principio a la construcción del Convento de San Pedro y San Pablo, sin contar más que con la ayuda de Dios y con la fe naciente de los nativos y la férrea voluntad de los Frailes franciscanos. Fueron ellos quienes dirigieron la construcción del espacioso y sólido Convento y millares de nativos fatigosamente la llevaron a feliz término en un lapso de cinco años. Los primeros pusieron su alma entera, la potencia de su inteligencia, su inquebrantable voluntad, su celo apostólico, sus energías físicas, todo, en aquella obra gigantesca.

Y los segundos dejaron en ella su trabajo material, su sudor, su sacrificio y, en algunos casos, hasta su sangre para trasladar sin medios de transporte y sabe Dios desde que lugar, los enormes bloques de piedra con los cuales, una vez labrados, se obtuvo cada pieza de las columnas del Templo Franciscano. La inspiración religiosa que tuvo el lugar, donde vivió su infancia el próximo beato Moisés Lira Serafín, tuvo una gran fuerza espiritual con estos asentamientos que fijaron bases sólidas y ejemplos de grandeza. México es un país grande, de hombres de ejemplos grandes, y esta zona, vio nacer a un hombre grande de espíritu, que en unos meses será llevado a los altares, un hombre del pasado vivo en el presente, Moisés Lira Serafín.

Oscar Segura Rodríguez

Los entornos e influencias ideológicas y religiosas han permitido en nuestro país cambios profundos, buenos o malos, sin embargo, la gente se acopla o asume el rol. El próximo beato Moisés Lira Serafín, del cual México debe sentirse orgulloso, también tuvo escenarios que influyeron en el comportamiento social de su época y que seguramente fueron inspiración en su espiritualidad.

Sí, este 14 de septiembre nuestro país estará alegre y muy orgulloso de aportar al mundo un nuevo beato, el Apóstol de la bondad, Moisés Lira Serafín un hombre que tuvo una vida de santidad. Su querido lugar de origen tuvo escenarios históricos y su evangelización muy importante, hablaremos del pasado de Zacatlán.

Después de la toma de Tenoxtitlán por los españoles en 1519, los mexicanos quedaron bajo el yugo de la esclavitud: sin libertad y sin derechos, despojados de sus propiedades y con la vida en un hilo. Hernán Cortés premió al Capitán Antonio de Carbajal con la encomienda de esta vasta región de Zacatlán.

Así pasaron varios años hasta que, en 1550, los Franciscanos de Tlaxcala llegan a Zacatlán a bautizar y a iniciar la evangelización de los nativos. En 1555, se vio la necesidad de formalizar la vida espiritual de los naturales de Zacatlán, por ello llegaron de planta los franciscanos.

En 1560, miembros de la Orden de Frailes Menores delinearon parte de la ciudad actual. Dejaron espacio suficiente para su templo, claustros, dormitorios, escuela y huerta, la cual fue un vivero que surtió de plantas a las personas que formaron las huertas primitivas de este lugar.

En 1562, se dio principio a la construcción del Convento de San Pedro y San Pablo, sin contar más que con la ayuda de Dios y con la fe naciente de los nativos y la férrea voluntad de los Frailes franciscanos. Fueron ellos quienes dirigieron la construcción del espacioso y sólido Convento y millares de nativos fatigosamente la llevaron a feliz término en un lapso de cinco años. Los primeros pusieron su alma entera, la potencia de su inteligencia, su inquebrantable voluntad, su celo apostólico, sus energías físicas, todo, en aquella obra gigantesca.

Y los segundos dejaron en ella su trabajo material, su sudor, su sacrificio y, en algunos casos, hasta su sangre para trasladar sin medios de transporte y sabe Dios desde que lugar, los enormes bloques de piedra con los cuales, una vez labrados, se obtuvo cada pieza de las columnas del Templo Franciscano. La inspiración religiosa que tuvo el lugar, donde vivió su infancia el próximo beato Moisés Lira Serafín, tuvo una gran fuerza espiritual con estos asentamientos que fijaron bases sólidas y ejemplos de grandeza. México es un país grande, de hombres de ejemplos grandes, y esta zona, vio nacer a un hombre grande de espíritu, que en unos meses será llevado a los altares, un hombre del pasado vivo en el presente, Moisés Lira Serafín.