La importancia de tener un guía o un ejemplo a seguir permite dejar cimientos sólidos en la vida de nuestros hijos, estructuras sólidas en la sociedad. Hoy se agudiza una crisis de ejemplos a seguir en las cúpulas de los gobernantes, ante la perversidad de acciones del poder, corrupción, injusticias y simulación. El próximo beato Moisés Lira Serafín nos comparte otro momento de su historia en donde su papá fue su guía y ejemplo.
La ciudad de Amozoc dejó huella en 1900, el Sr. Cura Hernández había sido trasladado de Zacatlán a Amozoc y llevó con él a Don Pedro, hombre de sus confianzas, para que se hiciera cargo de la Escuela Parroquial además de ser maestro de la Escuela Municipal. De modo que al año y medio de viudo dejó Don Pedro Zacatlán para irse a Amozoc. Internó en un Colegio de Puebla a Benjamín y a Miguel y llevó consigo a Moisés. Hermelinda su hija, soltera aún, fue también con ellos para atenderlos. La hija mayor, Jovita, ya casada, se quedó en Tlatempa y con ella se quedó Lidia.
En Amozoc empezó a ir a la escuela y a asistir al Catecismo. Un momento en ese tiempo, que marcó la vida del Apóstol de la bondad, fue cuando hizo su Primera Comunión en Amozoc. De ella conservó el siguiente recuerdo: «Debía hacerla con un grupo de chiquillos de la Parroquia, pero la cocinera me dio temprano un jarro de café y tuve que hacerla yo solo al día siguiente».
En esos tiempos, el ayuno eucarístico era riguroso desde las doce de la noche anterior. Moisés se vio privado de acercarse a la Hostia Consagrada. Suponemos que participó en el desayuno del alegre grupo de chiquillos, dada la amistad que su padre llevaba con el Sr. Cura, pero, el primer encuentro con Jesús Eucaristía tuvo un sello especial, la hizo él sólo. Su corazón infantil tuvo desde esa edad, una bella imagen del sacerdocio en el Sr. Cura Hernández. Llamaba la atención por la actitud con que se presentaba al altar. Y sus sermones eran muy fervorosos.
En Amozoc tuvo aquí Moisés oportunidad de ver al panadero hacer el pan; al carretero guiar la pesada carreta con su carga, dando tumbos hasta llegar a la estación; vivía cerca de la estación y, ante sus ojos maravillados, apareció la máquina del ferrocarril con el fogonero que atizaba la caldera, y que gracias a él se movía la pesada máquina arrastrando los furgones. Estas impresiones se grabaron profundamente en este niño que con sus siete años acababa de entrar al uso de razón, después de haber dejado el tranquilo ambiente del campo.
Moisés permaneció en Amozoc hasta la edad de doce años; siguió a su padre a Tlatauquitepec, Huejotzingo, de ahí Moisés ya jovencito se fue a Puebla con el fin de ingresar al seminario, y comenzar su preparación al sacerdocio. Un hombre del pasado hoy vivo en el presente, nos invita a responder al llamado de nuestro Padre Dios a través de personas ejemplares y de los acontecimientos de la vida.