/ lunes 15 de julio de 2024

Psicoerotismo masculino y femenino: Comprendiendo la sexualidad desde la perspectiva de género

El psicoerotismo, término que describe la dimensión psicológica del deseo y el placer sexual, varía significativamente entre hombres y mujeres. Esto se debe a la influencia de factores culturales, sociales y biológicos.

En su obra "Psicoerotismo Femenino y Masculino", Fina Sanz explora cómo estas diferencias impactan las relaciones íntimas y la percepción de la propia sexualidad.

En esta columna examinamos los conceptos clave del libro y reflexionamos sobre cómo entender y respetar estas diferencias puede llevar a relaciones más autónomas, placenteras y justas.

La religión occidental ha moldeado profundamente las actitudes hacia el cuerpo y la sexualidad, promoviendo una separación entre cuerpo y espíritu que ha afectado la salud y el bienestar psicológico.

Esta cultura ha enaltecido el dolor como parte del crecimiento espiritual y amoroso, asociando el placer con lo inmoral.

Además, ha impuesto roles de género claros, con la figura masculina como dominante y la femenina como sumisa. Esta dinámica de poder y sumisión se refleja tanto en las relaciones heterosexuales como en las homosexuales.

Esa misma religión, ha ayudado a crear subculturas distintas para hombres y mujeres que limitan la expresión personal y las posibilidades de cambio social.

El desarrollo de la sexualidad difiere significativamente entre hombres y mujeres desde la infancia.

Las mujeres suelen experimentar un desarrollo más integral de su cuerpo, enfocándose en sensaciones físicas placenteras que no necesariamente llevan al deseo genital. Este enfoque es resultado de la socialización temprana y las interacciones con otras mujeres. De esa forma, fomentan la relajación y el placer corporal sin asociarse necesariamente con el deseo sexual hacia los hombres.

Por otro lado, los hombres tienden a desarrollar una sexualidad más centrada en los genitales. La misma se ve influenciada por mensajes sociales que enfatizan la importancia del pene como símbolo de virilidad y poder.

Todo esto, también lleva a una marcada diferencia entre la comunicación y expresión emocional.

Porque la comunicación entre géneros se ve obstaculizada por diferencias en el estilo comunicativo. Los hombres tienden a usar un lenguaje más abstracto y objetivo, mientras que las mujeres emplean un lenguaje emocional y práctico.

Estas diferencias pueden llevar a malentendidos. Sobre todo, cuando los hombres no captan la expresión emocional indirecta de las mujeres como indicadores de afecto o necesidades no explícitas.

La falta de confianza en la palabra de las mujeres y la autocensura son comunes, lo que dificulta la comunicación abierta y efectiva en las relaciones. Como consecuencia, en la interacción suelen surgir barreras que debemos superar.

Sensibilización corporal y autosensibilización

Para superar estas barreras, Fina Sanz introduce el concepto de "Sensibilización Corporal" (S.C.). Es un proceso didáctico y psicoterapéutico destinado a ayudar a las personas a integrarse positivamente a través de su cuerpo, reconociendo sus sensaciones, emociones y pensamientos.

La S.C. se realiza en sesiones clínicas, donde el contacto manual del terapeuta induce la toma de conciencia de los procesos internos del paciente. Dicho método se complementa con la "Autosensibilización" (AUT), que se practica en casa y fomenta el autoconocimiento y la autoaceptación. Esto nos lleva a la integración de sensaciones y emociones.

La integración de las sensaciones físicas con las experiencias emocionales y eróticas es fundamental para un desarrollo sexual saludable.

Desde la niñez, los sentidos permiten la exploración del mundo y del propio cuerpo, diferenciando sensaciones y valorándolas según experiencias individuales y socioculturales. La vista y el tacto predominan en nuestra aproximación al mundo, aunque otros sentidos también son vitales.

La capacidad de sentir y experimentar placer no solo depende de nuestros sentidos, sino también de nuestras emociones y actitudes.

En definitiva, la construcción de la identidad masculina y femenina se diferencia en cómo cada género se relaciona con su cuerpo, su sexualidad y su comunicación emocional.

Mientras que la cultura patriarcal privilegia la sexualidad masculina basada en la genitalidad, minimizando otros tipos de expresión sexual o emocional, las mujeres a menudo han sido reprimidas en relación con su genitalidad.

La educación y la exploración personal son esenciales para superar estas barreras y permitir un desarrollo saludable de la identidad sexual femenina.

Entender y respetar las diferencias en el psicoerotismo masculino y femenino es fundamental para construir relaciones más autónomas, placenteras y justas.

La comunicación abierta, la sensibilización corporal y la autosensibilización son herramientas valiosas para fomentar el autoconocimiento y la autoaceptación. Esto va a permitir una mayor libertad y autenticidad en las relaciones.

El punto clave está en reconocer la diversidad de experiencias y en promover un enfoque equilibrado que integre tanto la globalidad corporal como la genitalidad, sin perpetuar divisiones rígidas de género.

El psicoerotismo, término que describe la dimensión psicológica del deseo y el placer sexual, varía significativamente entre hombres y mujeres. Esto se debe a la influencia de factores culturales, sociales y biológicos.

En su obra "Psicoerotismo Femenino y Masculino", Fina Sanz explora cómo estas diferencias impactan las relaciones íntimas y la percepción de la propia sexualidad.

En esta columna examinamos los conceptos clave del libro y reflexionamos sobre cómo entender y respetar estas diferencias puede llevar a relaciones más autónomas, placenteras y justas.

La religión occidental ha moldeado profundamente las actitudes hacia el cuerpo y la sexualidad, promoviendo una separación entre cuerpo y espíritu que ha afectado la salud y el bienestar psicológico.

Esta cultura ha enaltecido el dolor como parte del crecimiento espiritual y amoroso, asociando el placer con lo inmoral.

Además, ha impuesto roles de género claros, con la figura masculina como dominante y la femenina como sumisa. Esta dinámica de poder y sumisión se refleja tanto en las relaciones heterosexuales como en las homosexuales.

Esa misma religión, ha ayudado a crear subculturas distintas para hombres y mujeres que limitan la expresión personal y las posibilidades de cambio social.

El desarrollo de la sexualidad difiere significativamente entre hombres y mujeres desde la infancia.

Las mujeres suelen experimentar un desarrollo más integral de su cuerpo, enfocándose en sensaciones físicas placenteras que no necesariamente llevan al deseo genital. Este enfoque es resultado de la socialización temprana y las interacciones con otras mujeres. De esa forma, fomentan la relajación y el placer corporal sin asociarse necesariamente con el deseo sexual hacia los hombres.

Por otro lado, los hombres tienden a desarrollar una sexualidad más centrada en los genitales. La misma se ve influenciada por mensajes sociales que enfatizan la importancia del pene como símbolo de virilidad y poder.

Todo esto, también lleva a una marcada diferencia entre la comunicación y expresión emocional.

Porque la comunicación entre géneros se ve obstaculizada por diferencias en el estilo comunicativo. Los hombres tienden a usar un lenguaje más abstracto y objetivo, mientras que las mujeres emplean un lenguaje emocional y práctico.

Estas diferencias pueden llevar a malentendidos. Sobre todo, cuando los hombres no captan la expresión emocional indirecta de las mujeres como indicadores de afecto o necesidades no explícitas.

La falta de confianza en la palabra de las mujeres y la autocensura son comunes, lo que dificulta la comunicación abierta y efectiva en las relaciones. Como consecuencia, en la interacción suelen surgir barreras que debemos superar.

Sensibilización corporal y autosensibilización

Para superar estas barreras, Fina Sanz introduce el concepto de "Sensibilización Corporal" (S.C.). Es un proceso didáctico y psicoterapéutico destinado a ayudar a las personas a integrarse positivamente a través de su cuerpo, reconociendo sus sensaciones, emociones y pensamientos.

La S.C. se realiza en sesiones clínicas, donde el contacto manual del terapeuta induce la toma de conciencia de los procesos internos del paciente. Dicho método se complementa con la "Autosensibilización" (AUT), que se practica en casa y fomenta el autoconocimiento y la autoaceptación. Esto nos lleva a la integración de sensaciones y emociones.

La integración de las sensaciones físicas con las experiencias emocionales y eróticas es fundamental para un desarrollo sexual saludable.

Desde la niñez, los sentidos permiten la exploración del mundo y del propio cuerpo, diferenciando sensaciones y valorándolas según experiencias individuales y socioculturales. La vista y el tacto predominan en nuestra aproximación al mundo, aunque otros sentidos también son vitales.

La capacidad de sentir y experimentar placer no solo depende de nuestros sentidos, sino también de nuestras emociones y actitudes.

En definitiva, la construcción de la identidad masculina y femenina se diferencia en cómo cada género se relaciona con su cuerpo, su sexualidad y su comunicación emocional.

Mientras que la cultura patriarcal privilegia la sexualidad masculina basada en la genitalidad, minimizando otros tipos de expresión sexual o emocional, las mujeres a menudo han sido reprimidas en relación con su genitalidad.

La educación y la exploración personal son esenciales para superar estas barreras y permitir un desarrollo saludable de la identidad sexual femenina.

Entender y respetar las diferencias en el psicoerotismo masculino y femenino es fundamental para construir relaciones más autónomas, placenteras y justas.

La comunicación abierta, la sensibilización corporal y la autosensibilización son herramientas valiosas para fomentar el autoconocimiento y la autoaceptación. Esto va a permitir una mayor libertad y autenticidad en las relaciones.

El punto clave está en reconocer la diversidad de experiencias y en promover un enfoque equilibrado que integre tanto la globalidad corporal como la genitalidad, sin perpetuar divisiones rígidas de género.