/ domingo 2 de junio de 2024

Opinión | Si hay algo que realmente te importa, haz algo al respecto

Es Gordon W. Allport (1897-1967), el importante psicólogo norteamericano, quien cita esta máxima de William James (1842-1910) en su libro Psicología del amor y del odio: “Si hay algo que realmente te importa, haz algo al respecto”.

¿De veras te gusta esa chica y quisieras andar con ella, como se dice? Bueno, pues entonces haz algo al respecto: búscala, háztele el encontradizo, envíale señales de vida.

¿Queres verdaderamente llegar a ser un escritor? Bueno, pues entonces haz algo al respecto: todos esos pensamientos que revolotean en tu cabeza plásmalos en un papel y dales una forma atractiva; todas esas historias que te gustaría contar a los demás, cuéntaselas por escrito, y entonces lo serás.

Conocí una vez a un individuo que se burlaba de Octavio Paz diciendo que era un mal poeta, y hasta aquí estábamos de acuerdo: a mí, como poeta, nunca me ha gustado mucho Octavio Paz, sino sólo como ensayista; pero cuando me dijo que él escribía mejores versos, le pedí que me los mostrara: capaz que era cierto.

-En realidad –me respondió-, ya sólo me falta escribirlos. Hasta ahora sólo los tengo aquí –y con el dedo índice de la mano derecha se tocó la sien. ¡Como para morirse!

Si quieres adelgazar diez kilos y ponerte en forma y sentirte menos torpe cuando caminas por las calles de tu ciudad, haz algo al respecto y no te quedes sólo con el deseo: madruga por las mañanas y vete a dar vueltas, de preferencia corriendo, al parque más verde que encuentres a tu paso; prívate de los alimentos que sabes dañinos y procura consumir los saludables. Pero si no mueves un dedo para perder peso, ¿cómo puedes decir que adelgazar es importante para ti? Nadie adelgaza únicamente deseando estar flaco, aunque eso sea ya el comienzo.

Si realmente te importa tu país, haz algo al respecto. ¿Cómo es que te quejas de lo mal que va todo, pero no participas en nada? El día de las elecciones, porque te dolía la cabeza, o porque llegaron visitas a tu casa, o porque había puente y decidiste ir a la playa, no acudiste a las urnas para manifestar en ellas tu contento o tu descontento. ¿Cómo entonces puedes decir que tu país es importante para ti? Quizá lo sea intelectualmente –es decir, en tu cabeza-, aunque ya sabemos que los amores puramente intelectuales –plátonicos, los llaman, según sé- no sirven para maldita la cosa.

Algunas páginas más adelante, Gordon W. Allport cita también un párrafo del libro Mental Hygiene de su colega psicólogo D. B. Klein: “Sin acción no se pasa del deseo al hecho. Hay un motivo, pero no un propósito. Hay anhelo sin haber esfuerzo”.

Y comenta Allport:

“Los actos puramente mentales (para modificar una situación determinada: en este caso, para aprender el difícil arte de la recitación) no tienen importancia; los que importan son los actos motores… En el clásico experimento de Gates (A. I. Gates, Recitation as a factor in memorizing) el tanteo del aprendizaje aumenta en un ciento por ciento cuando el sujeto dedica las cuatro quintas partes del tiempo a la recitación en lugar de emplearlas en la lectura pasiva”.

Y agrega lo siguiente:

“Suponiendo que los principales campos de actividad accesibles a toda persona normal son el económico, el educativo, el recreativo, el político, el religioso y el doméstico, podemos afirmar que un ego sano hallará verdadera participación en todos ellos… Pero si su ego no está comprometido ni participa en ninguno de estos campos, su vida es una vida estropeada y su existencia un baldón de la democracia.

“En resumen: no es posible ni deseable que todas las actividades y todos los contactos que realizamos y tenemos en nuestro complejo orden social penetren bajo la superficie de nuestra personalidad. Pero si no tratamos deliberada e insistentemente de influir en determinados aspectos de nuestro destino, sobre todo en lo que respecta a las normas de política general y en otras zonas representativas de la vida, no somos personalidades democráticas. Carecemos de equilibro o integridad, y la sociedad sufre un embrutecimiento proporcional”.

Podría decirse con razón que sólo nos movemos por aquello que amamos, y que la intensidad de un amor se mide por su capacidad de movimiento.

-¿Por qué no vienes nunca a nuestras reuniones? –preguntó una vez un grupo de amigos a uno de sus compañeros que, en efecto, nunca iba, aunque lo invitaban siempre.

-¡Oh! –respondió éste-. En realidad, no tengo tiempo para ello. Ganas no me faltan, pero tiempo no me sobra.

Dígase lo que se diga en sentido contrario, la verdad es que este hombre no quería asistir a dichas reuniones, pues siempre se tiene tiempo para aquello que se ama. Él decía que sí, pero sólo de dientes para afuera; de haber querido ir de veras, sencillamente habría ido.

“¡Oh, lo cierto es que no tengo tiempo para leer!”, me decía hace poco un amigo mío. Pero la verdad es que no quería leer, porque ¿cómo era eso que no paraba de ver series en la televisión?

“Si hay algo que realmente te interesa, haz algo al respecto”. Porque si nada haces al respecto, la verdad es que no te interesa, aunque digas, jures y perjures afirmando con palabras lo que niegas con tus obras.