/ martes 9 de julio de 2024

Opinión | Palabras del padre Mateo

Ya hablamos del padre Mateo Crawley (1875-1960) la semana pasada, es decir, en el artículo anterior; ya contamos, incluso, algunas de sus historias; y, pese a eso, me quedo con la impresión de no haber dicho lo suficiente; de que hay palabras suyas –verdaderos avisos espirituales- de enorme importancia que al lector no le haría nada mal conocer y, a ser posible, porque vale la pena, aprenderse de memoria, ya que ocasiones no le faltarán en la vida para llevarlas a la práctica. He aquí, pues, algunas de ellas…

"El apostolado es, ante todo, vida interior; para cumplir vuestra misión no seáis máquinas: sed cálices llenos de Jesús, que lo derraman sólo cuando están colmados de él”.

"El demonio trata siempre de desanimar. ¡Bienaventurados los audaces!”.

"El Señor nos ha mandado orar así: ‘¡Hágase tu voluntad!’, porque muchas veces nosotros mismos no sabemos lo que queremos”.

“Si os vuelve el recuerdo de vuestras miserias, creed en el amor misericordioso de Dios, que no ha pasado: para Él no existe sino el presente”.

“No se han de hacer demasiados proyectos; uno solo basta para toda la vida: amar”.

“Debéis volveros personas santas: no santas canonizadas, sino canonizables”.

"Hay mucho mal en el mundo, pero no debemos ser pesimistas: el pesimismo es una falta de fe”.

“Jesús no viene para violentarnos, sino para darnos luz y alas: tened alegre el rostro y la paz en el corazón”.

“La paz es fruto de la confianza en el Amor… Ahora bien, todo lo que no es paz, es tentación”.

“Es necesario distinguir y no confundir la sencillez con la falta de educación, con la vulgaridad. Hay que ser sencillos, pero bien educados”.

“El gran azote del sacerdocio y de los conventos es la mediocridad… La única cosa que debemos temer es la mediocridad, la vulgaridad, la tibieza”.

“Debemos llegar al cielo por el camino de la santidad y no por el senderucho de una mediocre bondad”.

“Una familia religiosa no es un cuartel donde el enfermo se queda solo en la enfermería. ¡No! Hay que amar y visitar a los enfermos”.

“El hombre o la mujer que no saben reír, tampoco saben orar”.

“Los jansenistas predican el terror, el temor: siempre están listos para aplastar. ¡Maldito jansenismo! Estamos de acuerdo: el pecado es un gran mal, pero Jesús vino por los pecadores”.

“Si hay entre vosotros uno que sea más culpable que otro, recuerde que Jesús vino por él más que por los demás. Con esto no quiero cerrar los ojos para no ver vuestras miserias; pero, aunque fuerais grandes pecadores, os diría lo mismo: ‘Tened gran confianza’. Los ángeles no la necesitan, pero vosotros sí. ¡Alimentaos hasta la saciedad con este pan que se llama misericordia! Cuando encuentro en los conventos a ciertas hermanas siempre llorosas, penetradas de jansenismo y pesimismo, digo a Nuestro Señor: ‘¡Vámonos! Éstas no quieren creer que habéis venido por los enfermos’”.

“No se muere en el terror, dice San Pablo, sino en la paz y en la confianza. ¡No se llega al cielo a través del susto! Temed, pero con temor filial: no contristéis a Jesús. En la hora de la tentación, de la lucha, la confianza tiene una importancia decisiva. ¡En el momento de la muerte, confianza y más confianza!”.

“Podemos creer sin amar, mas no podemos amar sin creer. Satanás cree y no ama: tratemos de no imitarlo”.

“¿Y las prácticas religiosas?... No se debe complicar demasiado la vida devota. La verdadera devoción no consiste en estar todo el día en la iglesia, sino en toda una vida de amor”.

“¡Qué difícil resulta la resignación cuando se sufre! Me decía una religiosa: ‘¡Padre, mis manos y mis pies están contraídos por el reumatismo y no puedo hacer nada; quisiera curarme para trabajar: así soy una inútil’. Pobre hija mía, Dios no necesita vuestras manos ni vuestros pies; amadlo, amadlo: ¡en el corazón no tenéis reumatismo!”