Una reflexión necesaria en tiempos turbulentos
Estimadas y estimados lectores, el pasado 21 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Paz, una fecha que debería obligarnos a hacer una pausa, un alto en el ritmo frenético de nuestras vidas, y reflexionar sobre el estado de paz en el mundo y en nuestro entorno cercano. Este día, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas, nos invita a recordar que la paz no es un estado natural que podemos dar por sentado, sino un objetivo que requiere esfuerzo, compromiso y acción constante.
En un mundo ideal, la celebración de este día sería un recordatorio de lo que ya hemos logrado: una convivencia pacífica y armoniosa entre naciones y dentro de nuestras comunidades. Sin embargo, la realidad es mucho más sombría. Hoy por hoy, vivimos en un mundo plagado de conflictos que parecen no tener fin. Países enteros están inmersos en guerras que provocan el desplazamiento de millones de personas, y miles de vidas se pierden cada día por causas que van desde la violencia política hasta el terrorismo, pasando por enfrentamientos armados y crisis humanitarias.
Lejos de ver avances en la paz global, la vida en paz y armonía parece cada día más compleja. Y lo más alarmante es que esta tendencia no es exclusiva de países lejanos, cuyas tragedias podemos observar desde la comodidad de nuestros hogares. En México, la paz también es un concepto esquivo. El número de homicidios diarios en nuestro país sigue en aumento, al punto de que se ha convertido en una cifra casi "normal" en los titulares de noticias, un dato frío que ya no provoca el impacto que debería.
En lugares como Sinaloa, las redes sociales se han convertido en ventanas al terror que viven día a día sus habitantes, con enfrentamientos entre grupos criminales que siembran el caos y el miedo. Las imágenes y videos de hombres armados controlando territorios, de carreteras bloqueadas y de personas huyendo por sus vidas son escenas que parecen sacadas de una película de acción, pero lamentablemente reflejan la realidad que enfrentan muchos mexicanos. Este tipo de violencia extrema no es exclusiva de zonas específicas; también se refleja en nuestras ciudades y municipios, donde la delincuencia, el crimen organizado y la falta de seguridad pública son una constante que afecta la calidad de vida de todos.
A pesar de este panorama desalentador, creo firmemente que aún hay más gente buena que mala. La paz no puede ser solo un ideal distante; debe ser una meta concreta que empecemos a construir desde nuestras comunidades, desde nuestras familias y, sobre todo, desde nuestros niños. Los valores de respeto, empatía y tolerancia deben ser inculcados desde la infancia si queremos cambiar la dirección que ha tomado nuestra sociedad. Si algo hemos aprendido de la violencia que azota a nuestro país es que no basta con condenarla. Necesitamos acciones claras y decididas que fomenten la paz, no solo a nivel gubernamental, sino también a nivel personal.
Recuperar la paz en nuestro día a día es una tarea urgente. La indiferencia ya no es una opción. Todos tenemos la responsabilidad de trabajar para construir una sociedad más pacífica, ya sea desde la educación en casa, el activismo social, o exigiendo a nuestras autoridades políticas que implementen políticas públicas que promuevan la seguridad y el bienestar de todos. Porque la paz no es solo la ausencia de guerra, es la presencia de justicia, de equidad y de oportunidades para todos.
El Día Internacional de la Paz no debe ser un día más en el calendario que pase desapercibido entre las noticias y el ajetreo cotidiano. Debe ser un recordatorio de que todos, sin importar nuestra posición o rol en la sociedad, tenemos un papel fundamental en la creación de un entorno más pacífico. Es un llamado a la acción que no podemos ignorar. Si queremos un futuro mejor, debemos empezar a trabajar por la paz hoy mismo, desde nuestras propias trincheras, porque solo así podremos cambiar el rumbo de una sociedad que parece haberse acostumbrado al caos y a la violencia.
Es hora de recuperar la paz, de dejar de normalizar la violencia y de recordar que, aunque las malas noticias suelen ocupar los titulares, el poder del bien sigue estando presente en nuestras acciones cotidianas. La paz no es un lujo ni una utopía; es una necesidad urgente que debemos construir desde el presente para que las futuras generaciones puedan vivir en un mundo más justo, solidario y, sobre todo, en paz.
Muchas gracias por su atención y lectura. Sigámonos cuidándonos por favor. Nos leemos en quince días.
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