/ viernes 26 de octubre de 2018

Migrantes somos, y en el camino andamos

Por Guz Guevara

- Que tire la primera piedra quien nunca haya tenido manchas de emigración ensuciándole el árbol genealógico… Tal como en la fábula del lobo malo que acusaba al inocente corderito de enturbiarle el agua del riachuelo donde ambos bebían, si tú no emigraste, emigró tu padre, y si tu padre no necesitó mudar de sitio fue porque tu abuelo, antes que él, no tuvo otro remedio que irse, cargando la vida sobre las espaldas, en busca del pan que su tierra le negaba -, es tan solo un fragmento del escrito titulado “Historias de la emigración” de la autoría de José Saramago, y viene a colación luego de los recientes acontecimientos suscitados con la llamada Caravana Migrante.

Es ya sabido que el pasado 19 de octubre, una horda de miles de migrantes logró romper el cerco localizado en la frontera sur de México e ingresar a territorio azteca con miras a lograr el llamado “sueño americano”. Hecho que ha estado en boca del país entero, desatando controversia y universalidad de opiniones al respecto. Y ha despertado al monstruo de laxenofobia y aporofobia que gran parte del pueblo mexicano tiene hacia las personas migrantes, estereotipándolas y juzgándolas al mero estilo de Trump, ¡pareciera que olvidamos la tristeza e indignación al ver enjaulados a niñas y niños migrantes apenas un par de meses atrás!

Y es que desde una perspectiva de los Derechos Humanos, se establece que toda persona migrante debe gozar de todos los derechos que reconoce la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los instrumentos internacionales suscritos por el Estado Mexicano, entre los que se encuentran el derecho al libre tránsito, la dignidad humana, no ser discriminado ni criminalizado, por ejemplo. Los cuales, no se han ni pareciera serán garantizados en su travesía por nuestro país.

Evidentemente el tema es mucho más complejo que esta visión utópica donde logramos concebirnos más allá de una nacionalidad; tiene que ver con cuestiones políticas e intereses económicos. Ofrecer una solución resulta mucho más laborioso de lo que pudiéramos aterrizar en este texto. La respuesta futura es quizá, la generación de economías nacionales mucho más colaborativas y considerar la eficiencia y posible eliminación de las fronteras.

Mientras que la respuesta inmediata se encuentra en nunca olvidar que en algún momento de nuestra existencia, todos hemos sido, somos o seremos migrantes en este mundo donde se crearon líneas imaginarias limitadas por cercos para definirnos.

Por Guz Guevara

- Que tire la primera piedra quien nunca haya tenido manchas de emigración ensuciándole el árbol genealógico… Tal como en la fábula del lobo malo que acusaba al inocente corderito de enturbiarle el agua del riachuelo donde ambos bebían, si tú no emigraste, emigró tu padre, y si tu padre no necesitó mudar de sitio fue porque tu abuelo, antes que él, no tuvo otro remedio que irse, cargando la vida sobre las espaldas, en busca del pan que su tierra le negaba -, es tan solo un fragmento del escrito titulado “Historias de la emigración” de la autoría de José Saramago, y viene a colación luego de los recientes acontecimientos suscitados con la llamada Caravana Migrante.

Es ya sabido que el pasado 19 de octubre, una horda de miles de migrantes logró romper el cerco localizado en la frontera sur de México e ingresar a territorio azteca con miras a lograr el llamado “sueño americano”. Hecho que ha estado en boca del país entero, desatando controversia y universalidad de opiniones al respecto. Y ha despertado al monstruo de laxenofobia y aporofobia que gran parte del pueblo mexicano tiene hacia las personas migrantes, estereotipándolas y juzgándolas al mero estilo de Trump, ¡pareciera que olvidamos la tristeza e indignación al ver enjaulados a niñas y niños migrantes apenas un par de meses atrás!

Y es que desde una perspectiva de los Derechos Humanos, se establece que toda persona migrante debe gozar de todos los derechos que reconoce la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y los instrumentos internacionales suscritos por el Estado Mexicano, entre los que se encuentran el derecho al libre tránsito, la dignidad humana, no ser discriminado ni criminalizado, por ejemplo. Los cuales, no se han ni pareciera serán garantizados en su travesía por nuestro país.

Evidentemente el tema es mucho más complejo que esta visión utópica donde logramos concebirnos más allá de una nacionalidad; tiene que ver con cuestiones políticas e intereses económicos. Ofrecer una solución resulta mucho más laborioso de lo que pudiéramos aterrizar en este texto. La respuesta futura es quizá, la generación de economías nacionales mucho más colaborativas y considerar la eficiencia y posible eliminación de las fronteras.

Mientras que la respuesta inmediata se encuentra en nunca olvidar que en algún momento de nuestra existencia, todos hemos sido, somos o seremos migrantes en este mundo donde se crearon líneas imaginarias limitadas por cercos para definirnos.

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