/ jueves 14 de noviembre de 2024

¡Cristo es la Respuesta! / La Victoria de Cristo y la Libertad del Creyente

Colosenses 2:13-15

Por Víctor Hugo Guel González

En Colosenses 2:13-15, el apóstol Pablo presenta una declaración contundente sobre la obra de Cristo, señalando cómo su victoria en la cruz redefine nuestra relación con Dios y nos libra del poder del pecado y la condenación. Este pasaje es una invitación a entender la profundidad de la redención y la libertad que tenemos en Cristo, ya que en Él se ha vencido a toda fuerza que buscaba mantenernos en esclavitud espiritual.

Pablo inicia describiendo la condición humana: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne” (v.13). Esta frase señala el estado de muerte espiritual en el que nos encontramos sin Cristo. La “muerte” aquí no es física, sino espiritual, pues el pecado nos separa de la vida en Dios, creando una distancia insalvable que ningún esfuerzo humano puede corregir. En otras palabras, el pecado no solo nos hace culpables; nos incapacita espiritualmente. Este estado es una realidad que todos experimentamos, lo que hace aún más impresionante la acción de Dios al darnos vida.

La buena noticia llega con la afirmación de que Dios, en su gran amor, “os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (v.13). Aquí, Pablo resalta la obra de Cristo como un acto de gracia, donde Dios elige darnos vida y restauración a través de la obra redentora de Jesús. Al morir en la cruz, Cristo asumió nuestras culpas y quebrantó el poder que el pecado tenía sobre nosotros. Su resurrección es, entonces, el testimonio de su victoria y de nuestra esperanza de una vida nueva en Él.

El versículo 14 subraya cómo Dios anuló el “acta de los decretos que había contra nosotros”. En el contexto judío y romano, esta “acta” era una especie de registro de deudas, una lista de ofensas pendientes. Pablo explica que Jesús tomó este documento, representativo de todas nuestras culpas, y lo clavó en la cruz. Este acto no solo eliminó las ofensas, sino que las hizo irrelevantes al pagar el precio con su propia vida, declarando que ya no estamos bajo condenación.

Finalmente, en el versículo 15, Pablo describe la victoria pública de Cristo sobre “principados y potestades”, afirmando que los despojó de su poder, exponiéndolos y triunfando sobre ellos en la cruz. En términos prácticos, esto significa que las fuerzas espirituales que antes dominaban y acusaban a los creyentes han sido derrotadas. Satanás y sus acusaciones ya no tienen autoridad sobre aquellos que están en Cristo; la cruz rompió su influencia y dejó expuesta su derrota.

Este pasaje de Colosenses es un recordatorio de que la victoria de Cristo es completa. La cruz no solo es el símbolo de nuestra fe, sino la evidencia de que, en Jesús, estamos perdonados, libres y victoriosos. En una sociedad donde tantas voces buscan recordarnos nuestras fallas y limitaciones, la verdad de Colosenses 2:13-15 nos llama a vivir en la libertad de saber que en Cristo ya hemos vencido, no por nuestros méritos, sino por su gracia.

Colosenses 2:13-15

Por Víctor Hugo Guel González

En Colosenses 2:13-15, el apóstol Pablo presenta una declaración contundente sobre la obra de Cristo, señalando cómo su victoria en la cruz redefine nuestra relación con Dios y nos libra del poder del pecado y la condenación. Este pasaje es una invitación a entender la profundidad de la redención y la libertad que tenemos en Cristo, ya que en Él se ha vencido a toda fuerza que buscaba mantenernos en esclavitud espiritual.

Pablo inicia describiendo la condición humana: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne” (v.13). Esta frase señala el estado de muerte espiritual en el que nos encontramos sin Cristo. La “muerte” aquí no es física, sino espiritual, pues el pecado nos separa de la vida en Dios, creando una distancia insalvable que ningún esfuerzo humano puede corregir. En otras palabras, el pecado no solo nos hace culpables; nos incapacita espiritualmente. Este estado es una realidad que todos experimentamos, lo que hace aún más impresionante la acción de Dios al darnos vida.

La buena noticia llega con la afirmación de que Dios, en su gran amor, “os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (v.13). Aquí, Pablo resalta la obra de Cristo como un acto de gracia, donde Dios elige darnos vida y restauración a través de la obra redentora de Jesús. Al morir en la cruz, Cristo asumió nuestras culpas y quebrantó el poder que el pecado tenía sobre nosotros. Su resurrección es, entonces, el testimonio de su victoria y de nuestra esperanza de una vida nueva en Él.

El versículo 14 subraya cómo Dios anuló el “acta de los decretos que había contra nosotros”. En el contexto judío y romano, esta “acta” era una especie de registro de deudas, una lista de ofensas pendientes. Pablo explica que Jesús tomó este documento, representativo de todas nuestras culpas, y lo clavó en la cruz. Este acto no solo eliminó las ofensas, sino que las hizo irrelevantes al pagar el precio con su propia vida, declarando que ya no estamos bajo condenación.

Finalmente, en el versículo 15, Pablo describe la victoria pública de Cristo sobre “principados y potestades”, afirmando que los despojó de su poder, exponiéndolos y triunfando sobre ellos en la cruz. En términos prácticos, esto significa que las fuerzas espirituales que antes dominaban y acusaban a los creyentes han sido derrotadas. Satanás y sus acusaciones ya no tienen autoridad sobre aquellos que están en Cristo; la cruz rompió su influencia y dejó expuesta su derrota.

Este pasaje de Colosenses es un recordatorio de que la victoria de Cristo es completa. La cruz no solo es el símbolo de nuestra fe, sino la evidencia de que, en Jesús, estamos perdonados, libres y victoriosos. En una sociedad donde tantas voces buscan recordarnos nuestras fallas y limitaciones, la verdad de Colosenses 2:13-15 nos llama a vivir en la libertad de saber que en Cristo ya hemos vencido, no por nuestros méritos, sino por su gracia.