Marcos 9:14 al 29
Por Víctor Hugo Guel González
En Marcos 9:14-29 se nos relata cómo Jesús sanó a un muchacho endemoniado, al cual primeramente los discípulos no pudieron liberar. Al enterarse Jesús, dijo: “¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo.” Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?” Y él dijo: “Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos.” Jesús le dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible.” E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: “Creo; ayuda mi incredulidad.”
En lo personal, siempre me ha llamado la atención la respuesta de ese padre, que clamó y dijo: “Creo, ayuda a mi incredulidad.” Por una parte, dice que cree, pero por otra le dice: “Ayuda a mi incredulidad.” Esto puede parecer una declaración contradictoria; pero si somos honestos, en muchas ocasiones nos hemos encontrado exactamente así. Muchas veces creemos, pero a la vez nos encontramos con la necesidad de que el Señor nos ayude en nuestra incredulidad.
Antes de ver cómo vencer la incredulidad, me gustaría mencionar algunas consecuencias de la incredulidad, algo que debemos tratar con atención y mucho cuidado en nuestra vida. Mateo 13:58 dice: “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.” Este pasaje nos habla del Señor Jesús cuando visitó Nazaret, quien no pudo hacer milagros a causa de la incredulidad de ellos. De esto podemos entender que si algo limita a Dios para hacer milagros, es nuestra incredulidad. Todos necesitamos que Dios haga milagros en nuestra vida; por esa razón, necesitamos tratar con nuestra incredulidad.
En 1 Timoteo 1:13 dice: “Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.” Aquí, Pablo reconoce las cosas que hizo en contra del Señor, pero al final dice que lo hizo por incredulidad; y ciertamente, la incredulidad nos lleva a hacer cosas fuera de la voluntad de Dios.
Para concluir, veamos lo que hizo el padre del muchacho que lo llevó a vencer la incredulidad. Lo primero es que fue honesto en reconocer su situación, y de allí clamó y le dijo a Jesús: “Ayúdame en mi incredulidad.” Podemos entender que el único que nos puede ayudar es Jesús, y debemos clamar de una manera desesperada, reconociendo nuestra necesidad de su ayuda. Otra cosa que debemos hacer es considerar la respuesta de Jesús en Marcos 9:29, que dice: “Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.” Llevar a cabo la oración y el ayuno nos dará la victoria sobre la incredulidad. Romanos 10:17 dice que “la fe viene por el oír, y el oír por la palabra de Dios.” Estar atentos a la Palabra de Dios, creer en sus promesas y obedecer sus mandatos es como aumenta nuestra fe, y Dios nos ayuda a vencer nuestra incredulidad.
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