(Segunda parte)
Omar Carreón Abud
En la temporada de elecciones que por sí y ante sí, inauguró el presidente Andrés Manuel López Obrador, los asesores expertos que urden cuidadosamente las mejores formas de manipular a los votantes, ya no solo han tenido que lidiar con la búsqueda de nuevas palabras de impacto para empujar el voto, ahora han tenido que trabajar horas extra para hallar sinónimos, seudónimos y eufemismos para publicitar las actividades electorales de los supuestos seis precandidatos (muchos creen que solo es una) del Partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) que, violando la ley, ya están en campaña proselitista.
Así de que los muy listos, como los listos que avanzan de volada en la ciudad de México invadiendo el carril del Metrobús, han ideado llamarle de otra manera, ponerles otro nombre a sus actividades para burlar la ley que señala claramente que las campañas internas de los partidos inician hasta el mes de noviembre. Espántese, amigo lector, si así empiezan cuando todavía no son nada, ¿qué le espera el pueblo trabajador cuando ya tengan el poder? ¿qué medidas “con otro nombre” le tienen preparadas para aumentar sus enfermedades, su ignorancia y su pobreza?
La verdad, no creo que estos pisotones cada vez más descarados y evidentes que se le están dando en el mundo y en el país a la ya muy escasa democracia, sean solo consecuencia de la alineación reaccionaria, la discriminación y la malicia de los políticos en el poder, lindas cualidades que sin duda portan, pero la cruda realidad es la que los empuja y los presiona. Los recortes reales (pueden no ser legales) tienen su explicación última en la crisis final del modo de producción capitalista y en que sus beneficiarios están en apuros.
La obtención de la ganancia es cada vez más difícil. La rapiña o la simple adquisición barata de materias primas y combustibles se vuelve cada vez más difícil, hay otros compradores poderosos y los pueblos del mundo han ido aprendiendo a defenderse; la producción que exige la tecnificación desbocada arroja a millones de seres humanos a la calle que, no solo ya no pueden ser empleados como fuerza de trabajo y se desperdician como generadores de riqueza, sino que también quedan nulificados como consumidores; y, finalmente, las mercancías producidas por millones cada segundo, enfrentan poderosos competidores cada vez más eficientes y compradores o, más bien, excompradores, cada vez más empobrecidos. Los negocios, pues, no van bien. Y hay que apretar el control, la disciplina, la sumisión de la clase trabajadora. No hay ya lugar para tanta democracia.
El sistema actual de partidos está en crisis, ya ha sido muy bien definido por muchos trabajadores mexicanos, sotto voce, por aquello de las “ayudas”, dicen, “todos son iguales”. Ya no hay programas reales, auténticos, proyectos de país, ya se dio por terminado el “nacionalismo revolucionario”, ya se acabó el “liberalismo social” y el novísimo “primero los pobres”, está terminando en un fraude descomunal con casi cuatro millones de pobres más, 700 mil muertos por Covid-19, 156 mil asesinatos y otros índices aterradores. Ya ni siquiera es posible identificar a los políticos como fundadores y defensores de un proyecto político porque, ahora, la inmensa mayoría de la élite en el poder está compuesta por recién llegados al partido que pertenecen, no hace mucho que “reflexionaron”, que “corrigieron”, que dejaron de gritar en favor de un partido y un programa y, en auto público, quemaron los ídolos que antes adoraban (y hasta dos, tres o más veces). ¿La fidelidad, la lealtad? ¿Con qué se comen? Y el elector sabe, o debe saber, que el que teje una cesta, teje cien.
Los partidos siembran falsas esperanzas. “Ahora sí”, “éste es el bueno”. La historia vuelve a comenzar cada seis años. El sistema actual de partidos es muy útil para mantener a la clase trabajadora dividida, todos son trabajadores, vendedores de fuerza de trabajo que crean cantidades insólitas de riqueza y solo se llevan a casa lo indispensable para regresar a una nueva venta de fuerza de trabajo al día siguiente. Ahorrar no es impensable, es el sueño de muchos, ahorrar, es imposible; si hubiera alguna remota posibilidad de lograrlo con trabajo extenuante y mortales privaciones, ya se hubiera inaugurado una ruta de salida de la esclavitud asalariada y la clase que produce la riqueza se estaría acabando, pero, se sabe bien que esto no es cierto, entre los que tienen empleo y los que no lo tienen y viven de milagro, las masas pobres siguen creciendo por millones, nadie ha ahorrado, nadie ahorra para evadirse.
En fin, con otro nombre, ya empezó la campaña de Morena, los candidatos, con otro nombre, ya recorren el país. ¿Cuánto gastan? ¿De dónde sale el dinero? El gran público no lo sabe, es un secreto celosamente guardado, la “Cuarta Transformación” se prosterna ante el combate a la corrupción, pero no tanto. Solo se ha informado que el Partido Morena le dio cinco millones de pesos a cada precandidato (aunque ya gastaban desde antes), pero dos de ellos han declarado ya que no se sabe cuánto se gasta realmente. Gerardo Fernández Noroña, aspirante a la Coordinación de los comités de defensa de la Cuarta Transformación, eufemismo detrás del que se quiere esconder la violación flagrante a la ley electoral en vigor, declaró que pedirá a sus contendientes que hagan un corte de caja y expliquen el gasto que tienen en espectaculares y eventos, Marcelo Ebrard, otro contendiente avalado por el Presidente de la República (“los que pueden sustituirme son gente de confianza, yo los recomiendo”), ya dijo que no está conforme con los grandes mítines y eventos que están realizando algunos de sus compañeros, porque los consideró costosos y que “con un solo mitin rebasan los cinco millones de pesos que nos autorizó el partido”. Alguna confianza merecen las declaraciones públicas de los que ya se conocen.
“Ningún país exprime tantas ganancias a costa del pago a sus trabajadores, como México… de acuerdo con un estudio de la CEPAL, prácticamente de cada cuatro pesos en valor que genera una empresa, uno va a las remuneraciones de los trabajadores y el resto son ganancias que en gran parte terminan pagando dividendos a la inversión con capital”. La CEPAL informó más todavía: “México es paradigma del impacto neoliberal en la desigualdad y la pobreza, la política económica, así como la estructura del poder político han estado al servicio de uno por ciento de la población… Más allá de que 18 familias concentran 3.5 por ciento de la riqueza total del país, es decir, poseen cada una un promedio de 111 mil 216 millones de pesos, el pago al capital y al trabajo es uno de los más dispares…”.
Ahí está, según frase memorable de Carlos Marx, la madre del cordero. Estos datos de la CEPAL, organismo que hasta hace poco dirigía quien es hoy la Secretaria de Relaciones Exteriores de la “Cuarta Transformación”, son irrefutables y explican claramente, no solo el inmenso interés de los lopezobradoristas por conservar el poder político de la nación, explican sobrada y elocuentemente, por qué buscan y rebuscan palabras y métodos para ganar votos, pero ninguno habla y se compromete a que en México haya una distribución más justa, mucho más justa de la enorme riqueza que todos los días produce la clase trabajadora. La democracia es, siempre ha sido, una forma de dominación. Si las clases trabajadores quieren utilizar lo poco que les puede servir, si quieren hacer realidad la consigna: “Justa distribución de la riqueza”, no tienen más remedio que organizarse y luchar como clase. Como clase, subrayo, y estoy consciente que en el lenguaje inclusivo y tolerante que les ha hecho justicia a muchos grupos sociales, la expresión “clase trabajadora”, como aspirante legítima al poder político y a la realización de un programa en su beneficio, todavía debe abrirse paso.
I/P